Violeta Castillo es mitad argentina, mitad chilena y sus
discos también son dos mitades:
“Uno” y
“Otro” se titulan los epés que editó a
principios de año y que presentará esta semana en Santiago, en dos fechas junto
a
Moreno y
Dadalú.
Aprovechando esta visita, conversamos con la cantante para
conocer más sobre los orígenes de su trabajo, sus gustos por Gilda y la música
chilena actual, además de cómo se vive por estos días la canción pop al otro
lado de la cordillera.
Durante el verano de este año, Violeta Castillo (1989) viajó
desde Buenos Aires hasta Tucumán –localidad ubicada al noroeste de Argentina-
para grabar sus canciones en el sello Yoconvoz. Fue allí donde la cantante
terminó los epés “Uno” y “Otro”, los dos discos que estará presentando en Chile
durante esta semana y con los que consagró su gusto por la canción pop, simple
y breve, y con los que también completó su recorrido por distintos escenarios
trasandinos.
“Empecé a componer bajo mi propio nombre en 2009, después de
disolver mi primera banda que se llamaba Castillo Violeta”, recuerda la
cantante. “Paralelamente tocaba en Angélica y Tomás, un dúo de covers de hits
de radio FM versionados en guitarra y voz, mucho más descontracturado y
pasional. Hacíamos temas que todo el mundo conoce como “Fuego de noche, nieve
de día” de Ricky Martin, “Suave” de Luis Miguel, una lista interminable de
cumbias románticas y muchas canciones de Gilda”, añade.
Has dicho que la versión de “Tu cárcel” de Gilda te inspiró
para “Mi cárcel”, el tema que aparece en tu Ep “Otro”. Es una gran referencia y
lamentablemente en Chile sabemos muy poco de Gilda. ¿Por qué crees que ese tipo
de música te inspira o te motiva a trabajar en tus canciones? ¿Qué otras
influencias de la música latinoamericana distingues en tu trabajo?
—Gilda es una cosa increíble de linda, por lo festivo y lo
profundo que puede ser al mismo tiempo su voz tan dulce y tan potente. Sus
canciones son un clásico de los casamientos o festejos de año nuevo, es música
para bailar y hacer trencito, pero sacándoles todo el chingui-chingui de la
cumbia, lo que queda son tremendas canciones de amor. En mis épocas de
secundaria también escuchaba mucho a Silvio Rodríguez, Charly García, Fito Páez
o Spinetta. Otra influencia importante para mi es Babasónicos. Creo que es la
mejor banda de Argentina, siempre se renuevan y siempre se superan, los amo,
son los verdaderos rockeros.
Sin embargo, aunque reconoce que no ha olvidado esas
influencias, Violeta Castillo siente su música más cercana a proyectos
argentinos más recientes como
Diosque, Leo García, Lucas Martí y
Rosario
Bléfari. De esta última, Violeta Castillo fue alumna en los talleres de
escritura de canciones que dictaba la ex líder de Suárez. “La canción “Bolsillo
Secreto” –que aparece en “Uno”- salió de un cuaderno del taller. Y hubo otras
que no prosperaron, pero uno nunca sabe, a veces las canciones reviven;
canciones zombies podemos decirles. Rosario Bléfari me enseñó que de cualquier
cosa puede salir una canción”.
Pensando que tu padre es chileno y que viviste en Chile
cuando eras niña, me imagino que en más de alguna ocasión han relacionado tu
nombre Violeta con Violeta Parra. ¿Qué opinas de ella? ¿Es alguien importante
en tu música o no forma parte de tus referencias?
—Mis padres me pusieron Violeta un poco por Violeta Parra y
otro poco por el color y la flor; mi mamá es artista plástica y mi papá es
músico, o sea, muy poético todo. Pero lo cierto es que no me introduje mucho en
su obra. Éste año o el año pasado encontré un vinilo suyo y lo escuché una par
de veces de cada lado, me resultó muy crudo el sonido en general y su voz, en
particular, me emocionó en ese momento, creo que hasta lloré, pero no la retomé
luego.
¿Hay algo en la música popular chilena que crees que te haya
influenciado particularmente o miras con lejanía a los artistas de acá?
—En mi casa sonaba mucho Illapu cuando era chica, aún hoy me
emociona escucharlos. Pero lo que más me influencia de Chile hoy por hoy son
mis contemporáneos: Javiera Mena, Gepe, a quien tuve la suerte de telonear acá
después de haberlo escuchado sin parar en Tucumán durante la grabación de los
discos; también
Fakuta y Dadalú, son buenísimos todos, cada uno en lo suyo y me
deslumbra la manera en que crecen a pasos agigantados.
Es evidente que Violeta Castillo llega a Chile en un momento
particularmente atractivo en cuanto a la cantidad de músicos nacionales que
están sonando. No obstante, es imposible no saber su opinión sobre lo que está
pasando en las calles del país, con los estudiantes secundarios y
universitarios como la cara más visible de los problemas sociales.
—Aplaudo a los estudiantes y a los nuevos músicos chilenos
que tienen todo tan claro. Si bien es a otra escala el crecimiento, y no sé si
está relacionado en algún punto con lo musical, lo que pasa en éste momento con
los estudiantes también lo veo como una explosión. Los estudiantes están
decididos y se mueven bien, se los ve organizados y juntos, que es lo más
importante en una lucha. Y en un punto admiro mucho eso de los jóvenes
chilenos, que se puedan organizar tan bien e ir para adelante, focalizar, como
dice Javiera (Mena) en “Esquemas juveniles”.
¿Cómo nació tu sintonía actual con Chile? Cuéntame un poco
como ves a la gente con la que vas a tocar, como Dadalú o Moreno, o quizás de
otros como Fakuta a quien le has dedicado muy buenos comentarios por Facebook.
¿Te llaman la atención las nuevas bandas de acá?
—Con Dada (
Dadalú) empezamos a chatear hace un tiempo, hará
un año más o menos y de entrada pegamos muy buena onda, contándonos cosas,
comparando los momentos de cada país y siempre pensando en cuando nos
conociéramos y pudiéramos compartir escenario, y ahora se está dando, así que
estoy muy contenta porque me encanta su estilo, me parece muy divertida. A
Fakuta la conocí hace poco, no me había hecho el tiempo de escucharla, y ahora
que sacó su disco, “Al vuelo”, estoy fascinada con ella, me parece tan fino lo
que hace, y además es genial cómo se presenta en vivo, soy una fan de Fakuta.
Leí que tus primeras tocatas fueron en la zona oeste de
Buenos Aires. De esos lados han viajado a Chile cantantes como Coiffeur y Aldo Benítez. ¿Qué crees que tiene ese sector que genera este tipo de artistas o
cómo te influenció relacionarte con ese lado de la ciudad? Pienso un poco en
cómo influyen los barrios en la creación de tus canciones.
—El Oeste tiene una magia especial, es cierto, a mí me
atrapó mucho cuando empecé a moverme por allá. También hay algo fundamental, y
es que es muy difícil e incómodo llegar y también volver del Oeste. Hay un tren
que funciona cada vez peor y en hora de punta es imposible viajar sin querer
prender fuego a todos los vagones, entonces estoy casi segura de que eso hace
que si estás allá quieras quedarte días con tal de no tomar el tren. Ahí es
donde uno empieza a juntarse por el barrio y salen los proyectos. Y además es
muy linda la zona, de casas bajas, mucho verde y bicicleta, así bien
inspirador.
Cuando esos músicos viajan a Chile siempre sale el tema de
lo difícil que es tocar en Buenos Aires, porque no hay lugares, porque los
lugares no están bien habilitados, porque el gobierno de la ciudad después del
accidente en Cromañón comenzó a cerrarlos. ¿Cómo ves ese tema?
—Ese es un tema complicado. Es cierto que hay pocos lugares
para tocar, o que no reúnen las condiciones necesarias para tocar con toda la
banda, o que no se pueden anunciar mucho porque funcionan de manera
clandestina, o son demasiado grandes para la cantidad de gente que una convoca,
o que tienen un arreglo poco favorable para los músicos y siempre se termina
perdiendo plata, etc. A mí me afecta particularmente en cuanto al formato, pero
eso también puede verse como una ventaja. A veces no se puede tocar con banda
por la batería, entonces, preparo un formato acústico y siempre es lindo
juntarse con amigos a reversionar los temas y tocar para gente nueva. Pero
también es dispersante y estresante, porque de pronto estoy ensayando
paralelamente con tres formatos distintos. Es ambiguo de acuerdo a cómo se lo vea. Por supuesto,
también afecta al desarrollo de una escena, porque es todo muy a pulmón y
siempre se corre el riesgo de quedarse frustrado en el camino o terminar
tocando siempre para los mismos cinco amigos. Uno se pregunta si es de verdad
lo que quiere hacer cuando no es del todo disfrutable. Ganar cero plata
significa tener que trabajar en algo que quizás no tiene nada que ver con la
música y tener menos tiempo para organizar cosas que rindan y que sean lindas,
que a la gente le den ganas de ir, de pagar la entrada y, sobre todo, de
volver, que se vaya convirtiendo en el público que te sigue. Así que es complicado,
pero se puede, seguro que se puede. Por ejemplo, Él mató a un policía
motorizado es una banda que empezó tocando para 20 personas hace cinco o seis
años y hoy llena lugares para 400 o más. Y lo lograron con trabajo y
dedicación, o sea que no es imposible.
Podrías contarnos un poco también de las cosas que están
pasando en Tucumán, y el sello que te grabó, Yoconvoz. Diosque que ha tocado
varias veces en Chile es de allá, también Federico Carlorosi que ha viajado con
Los Labios y Klemm a Chile ¿Qué otras bandas recomendarías?
—
YoConVoz es una fábrica de canciones directamente. Grabar
con ellos fue lo mejor que me pudo pasar por cómo se involucraron en cada una
de las canciones, cómo las reinterpretaron y, sobre todo, con qué fluidez se
dieron las cosas. Además, los tiempos en Tucumán son muy distintos a los de
Buenos Aires. Es otro ritmo, más atemporal. Recomiendo a todas las bandas del
sello, empezando por Monoambiente, el padre o hermano mayor de todo lo demás,
Luciana Tagliapietra, Michael Stuar, Maximiliano Farber, Bruno Masino, y
también Posavasos. Tucumán es la provincia de la canción pop, es lo que mejor
saben hacer: grabar canciones.
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