domingo, septiembre 25, 2011

Lo uno y lo otro de Violeta Castillo


Violeta Castillo es mitad argentina, mitad chilena y sus discos también son dos mitades: “Uno” y “Otro” se titulan los epés que editó a principios de año y que presentará esta semana en Santiago, en dos fechas junto a Moreno y Dadalú.

Aprovechando esta visita, conversamos con la cantante para conocer más sobre los orígenes de su trabajo, sus gustos por Gilda y la música chilena actual, además de cómo se vive por estos días la canción pop al otro lado de la cordillera.



Durante el verano de este año, Violeta Castillo (1989) viajó desde Buenos Aires hasta Tucumán –localidad ubicada al noroeste de Argentina- para grabar sus canciones en el sello Yoconvoz. Fue allí donde la cantante terminó los epés “Uno” y “Otro”, los dos discos que estará presentando en Chile durante esta semana y con los que consagró su gusto por la canción pop, simple y breve, y con los que también completó su recorrido por distintos escenarios trasandinos.

“Empecé a componer bajo mi propio nombre en 2009, después de disolver mi primera banda que se llamaba Castillo Violeta”, recuerda la cantante. “Paralelamente tocaba en Angélica y Tomás, un dúo de covers de hits de radio FM versionados en guitarra y voz, mucho más descontracturado y pasional. Hacíamos temas que todo el mundo conoce como “Fuego de noche, nieve de día” de Ricky Martin, “Suave” de Luis Miguel, una lista interminable de cumbias románticas y muchas canciones de Gilda”, añade.

Has dicho que la versión de “Tu cárcel” de Gilda te inspiró para “Mi cárcel”, el tema que aparece en tu Ep “Otro”. Es una gran referencia y lamentablemente en Chile sabemos muy poco de Gilda. ¿Por qué crees que ese tipo de música te inspira o te motiva a trabajar en tus canciones? ¿Qué otras influencias de la música latinoamericana distingues en tu trabajo?

Gilda es una cosa increíble de linda, por lo festivo y lo profundo que puede ser al mismo tiempo su voz tan dulce y tan potente. Sus canciones son un clásico de los casamientos o festejos de año nuevo, es música para bailar y hacer trencito, pero sacándoles todo el chingui-chingui de la cumbia, lo que queda son tremendas canciones de amor. En mis épocas de secundaria también escuchaba mucho a Silvio Rodríguez, Charly García, Fito Páez o Spinetta. Otra influencia importante para mi es Babasónicos. Creo que es la mejor banda de Argentina, siempre se renuevan y siempre se superan, los amo, son los verdaderos rockeros.


Sin embargo, aunque reconoce que no ha olvidado esas influencias, Violeta Castillo siente su música más cercana a proyectos argentinos más recientes como Diosque, Leo García, Lucas Martí y Rosario Bléfari. De esta última, Violeta Castillo fue alumna en los talleres de escritura de canciones que dictaba la ex líder de Suárez. “La canción “Bolsillo Secreto” –que aparece en “Uno”- salió de un cuaderno del taller. Y hubo otras que no prosperaron, pero uno nunca sabe, a veces las canciones reviven; canciones zombies podemos decirles. Rosario Bléfari me enseñó que de cualquier cosa puede salir una canción”.

Pensando que tu padre es chileno y que viviste en Chile cuando eras niña, me imagino que en más de alguna ocasión han relacionado tu nombre Violeta con Violeta Parra. ¿Qué opinas de ella? ¿Es alguien importante en tu música o no forma parte de tus referencias?

—Mis padres me pusieron Violeta un poco por Violeta Parra y otro poco por el color y la flor; mi mamá es artista plástica y mi papá es músico, o sea, muy poético todo. Pero lo cierto es que no me introduje mucho en su obra. Éste año o el año pasado encontré un vinilo suyo y lo escuché una par de veces de cada lado, me resultó muy crudo el sonido en general y su voz, en particular, me emocionó en ese momento, creo que hasta lloré, pero no la retomé luego.

¿Hay algo en la música popular chilena que crees que te haya influenciado particularmente o miras con lejanía a los artistas de acá?

—En mi casa sonaba mucho Illapu cuando era chica, aún hoy me emociona escucharlos. Pero lo que más me influencia de Chile hoy por hoy son mis contemporáneos: Javiera Mena, Gepe, a quien tuve la suerte de telonear acá después de haberlo escuchado sin parar en Tucumán durante la grabación de los discos; también Fakuta y Dadalú, son buenísimos todos, cada uno en lo suyo y me deslumbra la manera en que crecen a pasos agigantados.


Es evidente que Violeta Castillo llega a Chile en un momento particularmente atractivo en cuanto a la cantidad de músicos nacionales que están sonando. No obstante, es imposible no saber su opinión sobre lo que está pasando en las calles del país, con los estudiantes secundarios y universitarios como la cara más visible de los problemas sociales.

—Aplaudo a los estudiantes y a los nuevos músicos chilenos que tienen todo tan claro. Si bien es a otra escala el crecimiento, y no sé si está relacionado en algún punto con lo musical, lo que pasa en éste momento con los estudiantes también lo veo como una explosión. Los estudiantes están decididos y se mueven bien, se los ve organizados y juntos, que es lo más importante en una lucha. Y en un punto admiro mucho eso de los jóvenes chilenos, que se puedan organizar tan bien e ir para adelante, focalizar, como dice Javiera (Mena) en “Esquemas juveniles”.

¿Cómo nació tu sintonía actual con Chile? Cuéntame un poco como ves a la gente con la que vas a tocar, como Dadalú o Moreno, o quizás de otros como Fakuta a quien le has dedicado muy buenos comentarios por Facebook. ¿Te llaman la atención las nuevas bandas de acá?

—Con Dada (Dadalú) empezamos a chatear hace un tiempo, hará un año más o menos y de entrada pegamos muy buena onda, contándonos cosas, comparando los momentos de cada país y siempre pensando en cuando nos conociéramos y pudiéramos compartir escenario, y ahora se está dando, así que estoy muy contenta porque me encanta su estilo, me parece muy divertida. A Fakuta la conocí hace poco, no me había hecho el tiempo de escucharla, y ahora que sacó su disco, “Al vuelo”, estoy fascinada con ella, me parece tan fino lo que hace, y además es genial cómo se presenta en vivo, soy una fan de Fakuta.

Leí que tus primeras tocatas fueron en la zona oeste de Buenos Aires. De esos lados han viajado a Chile cantantes como Coiffeur y Aldo Benítez. ¿Qué crees que tiene ese sector que genera este tipo de artistas o cómo te influenció relacionarte con ese lado de la ciudad? Pienso un poco en cómo influyen los barrios en la creación de tus canciones.

—El Oeste tiene una magia especial, es cierto, a mí me atrapó mucho cuando empecé a moverme por allá. También hay algo fundamental, y es que es muy difícil e incómodo llegar y también volver del Oeste. Hay un tren que funciona cada vez peor y en hora de punta es imposible viajar sin querer prender fuego a todos los vagones, entonces estoy casi segura de que eso hace que si estás allá quieras quedarte días con tal de no tomar el tren. Ahí es donde uno empieza a juntarse por el barrio y salen los proyectos. Y además es muy linda la zona, de casas bajas, mucho verde y bicicleta, así bien inspirador.

Cuando esos músicos viajan a Chile siempre sale el tema de lo difícil que es tocar en Buenos Aires, porque no hay lugares, porque los lugares no están bien habilitados, porque el gobierno de la ciudad después del accidente en Cromañón comenzó a cerrarlos. ¿Cómo ves ese tema?

—Ese es un tema complicado. Es cierto que hay pocos lugares para tocar, o que no reúnen las condiciones necesarias para tocar con toda la banda, o que no se pueden anunciar mucho porque funcionan de manera clandestina, o son demasiado grandes para la cantidad de gente que una convoca, o que tienen un arreglo poco favorable para los músicos y siempre se termina perdiendo plata, etc. A mí me afecta particularmente en cuanto al formato, pero eso también puede verse como una ventaja. A veces no se puede tocar con banda por la batería, entonces, preparo un formato acústico y siempre es lindo juntarse con amigos a reversionar los temas y tocar para gente nueva. Pero también es dispersante y estresante, porque de pronto estoy ensayando paralelamente con tres formatos distintos. Es ambiguo de acuerdo a cómo se lo vea. Por supuesto, también afecta al desarrollo de una escena, porque es todo muy a pulmón y siempre se corre el riesgo de quedarse frustrado en el camino o terminar tocando siempre para los mismos cinco amigos. Uno se pregunta si es de verdad lo que quiere hacer cuando no es del todo disfrutable. Ganar cero plata significa tener que trabajar en algo que quizás no tiene nada que ver con la música y tener menos tiempo para organizar cosas que rindan y que sean lindas, que a la gente le den ganas de ir, de pagar la entrada y, sobre todo, de volver, que se vaya convirtiendo en el público que te sigue. Así que es complicado, pero se puede, seguro que se puede. Por ejemplo, Él mató a un policía motorizado es una banda que empezó tocando para 20 personas hace cinco o seis años y hoy llena lugares para 400 o más. Y lo lograron con trabajo y dedicación, o sea que no es imposible.

Podrías contarnos un poco también de las cosas que están pasando en Tucumán, y el sello que te grabó, Yoconvoz. Diosque que ha tocado varias veces en Chile es de allá, también Federico Carlorosi que ha viajado con Los Labios y Klemm a Chile ¿Qué otras bandas recomendarías?

YoConVoz es una fábrica de canciones directamente. Grabar con ellos fue lo mejor que me pudo pasar por cómo se involucraron en cada una de las canciones, cómo las reinterpretaron y, sobre todo, con qué fluidez se dieron las cosas. Además, los tiempos en Tucumán son muy distintos a los de Buenos Aires. Es otro ritmo, más atemporal. Recomiendo a todas las bandas del sello, empezando por Monoambiente, el padre o hermano mayor de todo lo demás, Luciana Tagliapietra, Michael Stuar, Maximiliano Farber, Bruno Masino, y también Posavasos. Tucumán es la provincia de la canción pop, es lo que mejor saben hacer: grabar canciones.

Esta entrevista fue publicada en Paniko.cl

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viernes, septiembre 23, 2011

nnnaaammm – “Bites and Colores”




Una reflexión sobre las oportunidades y los límites de la tecnología en la creación electrónica es la que propone el compositor nacional Pablo Flores en “Bites and Colores”, su nuevo trabajo de libre descarga bajo el pseudónimo nnnaaammm para el sello/colectivo Jacobino Discos. En esta producción, Flores es capaz enlazar ocho cortes en torno a una conocida -pero no por eso menos actual- crítica al lugar que ocupan los programas informáticos en nuestras vidas, la tensión ética respecto al usufructo de los conglomerados detrás de estas herramientas y las marcas que van dejando estos dispositivos en lo cotidiano, y por consiguiente, en el paisaje sonoro de todos.

A partir de esas huellas nnnaaammm construye una trama glitch de casi veintidós minutos que nos remonta instantáneamente a Windows y la conocida pieza que Brian Eno compuso para este sistema operativo en 1995. Interviniendo esa grabación, el autor crea nuevas piezas, tal como sucede en “Office” o “Ramspeed”, canciones que nacen de la unión entre las programaciones del chileno, la sombra de Eno y la reutilización de los sonidos que se pueden rastrear en los computadores a través de esa infinidad de microarchivos de audio que se esconden en estas máquinas.

Es importante destacar que el ejercicio de  nnnaaammm no pasaría de ser un simple juego estético sin la presentación adecuada de las ideas que sostienen al disco. Por una parte, el collage sonoro del álbum demuestra cómo todavía se puede elaborar un sonido sorprendente gracias a la manipulación de lo que pensamos sólo forma parte de los circuitos de los aparatos que diariamente utilizamos.  Y por otra, la contraposición de sonidos de entrevistas a Richard Stallman (conocido activista a favor del software libre) y a Bill Gates (otrora líder de Microsoft)  vuelve evidente que canciones como "Burning and the Explorer" o "Devil Inside" también están trasportando un cuestionamiento sobre las estructuras de poder que se escudan en el desarrollo tecnológico.

Por la buena combinación de ambas intenciones, “Bites and Colores” consigue refrescar un sector de la electrónica que opta por escarbar en sí misma para encontrar nuevos espacios de creación y tensión. En ese gesto, nnnaaammm prefiere un estilo de composición que podría ser calificado como obvio e incluso domestico, pero que busca enfrentarnos a ese tótem-tecla (inicio, justamente) que aparece en la portada de este disco. 

Esta crítica también fue publicada en Potq.cl

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jueves, septiembre 01, 2011

Entre la oportunidad y el oportunismo: seis ejemplos de música chilena en tiempos de protesta


Se necesitó que miles de personas salieran a las calles del país para que un grupo de músicos chilenos optara por reflejar en sus canciones y videos lo que estaba pasando en Santiago y regiones. De a poco los escolares, los universitarios, los trabajadores, los ecologistas, las marchas, las protestas, los colegios en toma y los cacerolazos comenzaron a aparecer entre la producción musical de una parte de creadores locales que al parecer no están tan indiferentes ante un fenómeno social que se expresa en la ciudad. Lo que sigue es una revisión de seis de estos ejemplos y la interpretación que surge de sus similitudes, diferencias y proyecciones en el tiempo.

Fue durante la tercera semana de julio cuando se publicaron consecutivamente (al menos) tres videos de músicos chilenos que ocupaban imágenes de las movilizaciones del primer semestre en Santiago. El primero de ellos fue “Librando a la mañana” de Mowat, aparecido el domingo 17; lo siguió “Civil” de Lila el martes 19 y luego “La Chispa” de Los Sudacas el miércoles 20 de julio. Asimismo, el grupo Portugal entrenó el 5 de agosto el video de “Nuestro Momento”, una canción publicada en 2010, reeditada en 2011, que ya contaba con un video, pero que fue relanzada con un clip grabado en la marcha del 7 de julio. También se suma a esta lista “Quiero ser” de Sokio y Dadalú, aparecida el miércoles 24 de agosto, justo el primer día de la doble jornada de paro nacional convocado por la CUT. Finalmente, el último de estos trabajos corresponde a SubVerso con “Rap al despertar” del 29 de agosto, fecha en que Carabineros admitió su culpabilidad en el asesinato de Manuel Gutiérrez en Macul.

Queda claro, entonces, que en poco más de un mes, un sector de la música popular comenzó a dar señales de lo que se podía observar en las calles y que después era retransmitido en los diarios, la televisión e Internet. Tal como la prensa, los artistas reaccionaron tarde, pero es un hecho que las canciones están a nuestra disposición aquí y ahora, justo cuando los titulares se concentran en la serie de conflictos que se han destapado a raíz del grito de los estudiantes.


Para partir, en “Librando a la mañana”  de Mowat lo que el video muestra es una apropiación de la creatividad que se ha visto en las tomas de colegios y en los carteles de las marchas, para proponer una canción que se vincula sutilmente con lo social. En otras palabras, es en la mezcla de desfiles contra Hidroaysén y a favor de las demandas estudiantiles en donde aparece el mensaje de Mowat, sobre todo en la mitad de esta pieza con ese juego de palabras entre los conceptos “celda” y “propiedad”. No es necesario que sepamos quién se esconde detrás de esta voz, ya que la apuesta visual de esta realización es superior al solista o a su interés promocional, pues “Librando la mañana” se anuncia como el primer corte del fututo nuevo disco del compositor.

En otra dirección, el video de “Civil” de Lila es una apuesta más endeble. Su entonación y su mensaje más o menos esperanzador suenan encajados a la fuerza en un recorrido urbano poco aprovechado por la cámara. El problema aquí –a diferencia del trabajo de Mowat- es que Lila trata de incrustarse en lo que está ocurriendo en la ciudad no sólo a través de las imágenes, sino que mediante una historia que  reitera sus referencias a la Alameda y Santiago. La ciudad aparece como una inspiración, pero es poco lo que vemos de ella; acá lo que importa es la protagonista y esa figura la ocupa Lila. Por ende, al abusar de los primeros planos de este personaje, lo que se produce es un desajuste entre la intención de la letra y el producto final.


Un claro contrapunto con “Civil” es el clip de “La Chispa” de Los Sudacas, una banda que con esta canción podría convencer a la misma cantidad de personas que hoy disfruta con los sonidos de la denominada nueva cumbia chilena. Aquí, una vez más, aparecen los mensajes que espontáneamente han repletado las banderas, los lienzos y las pancartas en la capital. No obstante, en esta selección gráfica también hay una propuesta que combina imagen y sonido para aportar un pequeño documento sobre el ritmo entusiasta que la banda observa en las avenidas. Bailes, coreografías, la besatón y los disfraces son reutilizados en un tema que por momentos habla del lucro y la represión policial. 


Este intento por registrar lo que está sucediendo también aparece en “Nuestro momento” de la banda Portugal. Sin embargo, en este video lo que se presenta es una ficción. El relato amoroso de dos jóvenes que se dirigen a una  marcha no es más que un melodrama que se cuela en un contexto mayor, que  es Chile, que es el reclamo por la educación, que es el colectivo. La forma en que se presenta la historia es excelente, pero es eso, una trama, una simulación bien armada de un contacto con “la realidad nacional”, pero que perfectamente podría ser la secuencia de cualquier obra cinematográfica. Pero lo cierto es que no lo es y ahí el límite es complejo. ¿Qué hay en esta  dramatización de Portugal? ¿Una demostración de apoyo a los secundarios? ¿Un simple espectáculo amoroso? 


Hay algo, además, que está presente en los ejemplos anteriores, pero que es más notorio en  Portugal y vale la pena destacarlo: la recreación de un tipo de juventud que es capaz de quebrar una corriente que con Dënver y su video de “Los Adolescentes” aparecía como una de las estéticas más atractivas para la música chilena actual; esa tendencia a apologizar un segmento minúsculo de la población (blanco, bello, acomodado, imberbe, siempre indolente) y que con el tiempo se consagró en el video de Qué sería” de Francisca Valenzuela. No es hilar fino mencionar este aspecto, porque cuando hablamos de música popular chilena y su relación con los últimos episodios sociales, estamos hablando de la forma en que se exhibe el grupo que más espacio ocupa en esta discusión: los jóvenes.

Otro que recurre a un formato mucho más simple y directo es SubVerso. El rapero que es conocido por su carrera en Conspirazion subió al canal de esta banda un tema en nombre de Manuel Gutiérrez, joven de 16 años que fue asesinado por Carabineros  el jueves 25 de agosto, luego de la segunda jornada de paro nacional encabezado por al CUT. Aparecida sólo cuatro días después, “Rap al despertar” propone lo que las otras canciones mencionadas no hacen: llamar a la continuidad del movimiento estudiantil en específico y recordar que lo que hoy vive Chile no es fruto de un problema pasajero. Mediante un dispositivo austero, SubVerso es capaz de refrescar las motivaciones de quienes salen a protestar y de paso devuelve al rap nacional la tarea de funcionar como un disparador de ideas y críticas duras.


Por otro lado, y ya desde el electropop, Sokio y Dadalú despliega en “Quiero ser” un cuestionamiento por el futuro. Usando un pulso acelerado, esta dupla intenta seguirle el paso a un problema que según ellos  no se solucionará recurriendo a la derecha o a la izquierda. Aparecen ideas sobre el acceso y la calidad de la educación para situar el tema en lo que está sucediendo hoy, pero al igual que en el caso de SubVerso, la canción trasluce una queja por el estado de las cosas y la angustia de intentar pertenecer a un sistema que premia las desigualdades.


Todos estos ejemplos nacen de autores que no son tan conocidas entre el público, como Mowat o Lila, que es una debutante. Los Sudacas y Dadalú, pese a pertenecer a determinadas plataformas que mantienen un grupo fiel de seguidores, tampoco son ejemplos de popularidad. SubVerso, en tanto, es reconocido por su trayectoria underground y Portugal recién comienza a ser parte del repertorio oficial. Es decir, en mayor o menor medida se trata de propuestas marginales, que tampoco consiguen tantos espacios de visibilización. Sin embargo, estas producciones aisladas comienzan a tomar cuerpo cuando se informa que Anita Tijoux –una de las cantantes que más difusión consigue en Chile- declara estar preparando un video “con estudiantes” para el lanzamiento de una nueva canción. ¿Qué estrategia va de la mano de estos anuncios? ¿Quién será el próximo en recurrir a esta jugada?


Ahora bien, después de todos estos ejemplos y ante la llegada de los que están por venir, ¿es menos válido que una banda utilice las marchas en la Alameda para grabar un video de una canción que están promocionando? ¿Sería mejor que se guardarán las ideas a favor de las demandas sociales y continuarán divagando sobre sus sentimientos? ¿Tan evidente es el pop chileno que ante el menor impulso se transforma en populismo? Es natural que surjan estos cuestionamientos, pues si hay algo que durante los últimos años ha caracterizado a la música popular chilena es la carencia de un discurso reconocible sobre el rol del individuo en el lugar que le toca vivir. Sin embargo, ninguna de estas preguntas es demasiado útil.

Esta selección de videos y canciones apunta no tanto a cuestionar cuáles son los objetivos de estos músicos que recortan, arman y pegan un extracto de la ciudad en sus obras, sino en pensar si es que es posible que la música chilena funcione como una expresión al servicio del entorno o si no es más que un eco posterior que se sube a un  carro que es tirado por otros.

Revisar estos ejemplos, en consecuencia, apela a tomar distancia ante la manipulación que puede sufrir un mismo hecho noticioso (llamémoslo movimiento social) a través de la música popular y entender que estas creaciones están destinadas a recuperar parceladamente lo que sucede en otro lugar –en  otro plano más allá de los sonidos, las letras, los cantantes, los videos- en un ejercicio imposible y tramposo.

No se trata de responsabilizar a los músicos nacionales de algún tipo de desfachatez por hacer referencias a lo que hoy se ha vuelto noticia. Tampoco de exigir que productos de este tipo se expandan ni que se transformen en la versión sonora del espíritu de una época. Bastaría con reconocer que estamos ante un punto de inflexión en donde la supuesta oportunidad utópica de fusionar la música con lo social puede concluir, una vez más,  en una moda pasajera. 

"Entre la oportunidad y el oportunismo..." también fue publicado en Paniko.cl

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