sábado, diciembre 31, 2011

Horregias - Pasarela Fracaso


Breve, rudo y precario. Así es Pasarela Fracaso (Coraje Records, 2011), el debut del trío local Horregias, banda que le saca partido a la inmediatez de sus canciones, a sus letras calentonas y a la simple producción de las piezas firmadas por Horridia (Carolina Díaz, guitarra), Feocia (Daniela Schälchli, bajo y voz) y Nefasta (Yumbel Góngora, batería en la grabación del disco) para levantar un homenaje a la cara más sucia del amor y las relaciones personales. Al hacerlo, las chilenas se escudan en el humor negro y en la combinación más clásica del punk  para reírse del sexo, la fidelidad y cómo no, la femineidad.
 
En casi veinticinco minutos, el disco presenta diez cortes –un interludio inicial, ocho originales y un remix- comandados por Feocia, voz que en “Sopa de amor” introduce el gusto por su amante borracha, mojada y que la estimula con su arranques de furcia. Versos como “llega un mensaje que dice ‘vente’, parto rancia a verte/ Y en tu casa la cortina cerrada, una invitación a la cochinada”, describen las aventuras de estos personajes que también lucen en sus cuerpos los estragos de algún roce furtivo (así lo insinúa la cómica “Herpes”). A su vez, las distorsionadas “Ojitos azules” o “Un número de mala suerte” también funcionan como mofas sobre el romance ideal. 

Sin embargo, los mejores momentos del trío llegan con “Mujer” y “Amor vertedero”. En la primera, las chilenas juegan a escribir un panfleto anti misoginia  que puede sonar tan banal como irónico (incluida la referencia a Pilar Sordo, por ejemplo), enumerando características que tienden a encasillar a la mujer: ser rudas y frágiles, el dar vida y comida o que gracias a ella existe el agua mineral de colores.  Mientras, en la segunda, Horregias asumen el placer del engaño y la sumisión, dos condiciones que para ellas definen la única forma de enamoramiento.
 
A través de un ritmo acelerado, estas canciones  componen la sensibilidad de un grupo que logra sonar punk sin caer en gritos ni en pataletas innecesarias, y que además no se inventa un espacio neutro  –como abunda en el imaginario nacional-, sino que opta por ubicar sus canciones en Santiago, con referencias a Renca, Pedro Aguirre Cerda o San Bernardo. A eso se suma la poca precisión formal y técnica de Pasarela Fracaso, rasgo que sella un estilo que aún requiere de mayor prolijidad en su presentación, pero que cuenta con narraciones y motivaciones que superan la media de los estrenos chilenos.
 
En tiempos donde la frivolidad y el hedonismo son ensalzados como valores que aseguran el éxito de los músicos nacionales, el primer trabajo oficial de Horregias destaca por encarar la sexualidad y las historias románticas sin ambigüedades ni metáforas al voleo. Sin duda, una pequeña y oportuna muestra de activismo.
 
Esta crítica fue publicada en Nacion.cl

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viernes, diciembre 23, 2011

Ana Tijoux - La Bala




La expresión de un discurso íntimo y a la vez social a través del hip hop era una tarea pendiente para Ana Tijoux. Después de debutar en solitario con un deficiente Kaos (2007) y tras caer en innecesarias autobiografías en 1977 (2009), la cantante nacional parecía atrapada entre las historias amorosas más comunes del pop y los clichés de un rap prefabricado e individualista. Así, la sorpresa de su más reciente trabajo, La Bala (2011), está en superar esos límites para proponer un estilo que altera y reorganiza  los referentes del hip hop para  transmitir un estado de ánimo rabioso y que destaca por un sonido lleno de contrastes.

Desde las marchas fúnebres que abren el disco con la brillante tríada de “La bala”, “Shock” y “Desclasificado”, pasando por el humor  y las programaciones de “Las cosas por su nombre”, hasta el soul de “Mi mitad” y “Volver”, lo nuevo de la ex Makiza sorprende por una producción que logra fusionar de buena manera la presencia de vientos, cuerdas, baterías y guitarras eléctricas. En vez de despistar, esta diversidad de arreglos otorga coherencia y equilibrio a los once cortes de este trabajo, disco que en cuarenta y cinco minutos refleja la actual preferencia de Ana Tijoux por  los violines, las trompetas, el piano y el violoncello.

A su vez, estas atractivas composiciones son respaldadas por rimas que amplían la visión de la autora y que la hacen dar un paso fuera del ego inmenso que abunda en el rap nacional.  Y es que en La Bala se distinguen evidentes ejercicios líricos que apelan a recoger cierta desilusión en el ambiente, aire impregnado por el fin de la fantasía que por años encegueció (y sigue cegando) a gran parte de la música popular chilena: la  promesa de equidad e igualdad social que hoy padece en estado crítico.

Canciones como “Desclasificado” confirman esta tendencia cuando se escuchan los versos “Todo me delata, mi pelo mi facha / ¿Cuál es la justicia cuando siempre se te tacha?” o  en “Las cosas por su nombre”, momento en que Tijoux parece aturdida al entender que las puertas del progreso nunca estuvieron abiertas para todos. Ese despertar  se resume en “Shock” –el  mejor promocional de la chilena en años-, un corte que consigue traspasar la  coyuntura estudiantil (aprovechada con cierta obscenidad en su respectivo video) para describir el laboratorio económico y político del Chile de las últimas cuatro décadas. 

Es cierto que en el álbum también hay puntos bajos –las románticas “Quizás”  y “Las horas”, además de la caricatura urbana tipo Calle 13 de “Si te preguntan” -, pero la serie de menciones a la violencia del mercado, la fuerza de los anónimos y el repudio a la autoridad dan cuenta de un intento por levantar historias, sumar metáforas, crear personajes y abandonar, al menos por una vez, el relato deslavado de la canción en primera persona. La rockera  “El rey solo” o la épica “Sacar la voz” lo demuestran.

Al margen de la etiqueta mediática de la indignación y sus productos derivados, el último trabajo de Ana Tijoux es un ejemplo indispensable para entender  cómo la decadencia de las instituciones por fin se empieza a colar entre autores nacionales de amplio alcance. De paso, La Bala también consolida la evolución de un sector del hip hop nacional que busca refrescar su sonido, abriendo la ventana a nuevos estilos y recursos instrumentales.

Esta crítica fue publicada en Nacion.cl

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martes, diciembre 13, 2011

Astro – Astro





En su debut oficial y homónimo, el cuarteto nacional Astro pretende escribir un pop contemplativo, heredero de ese antiguo afán psicodélico en donde el trip se pensaba como la llave maestra para acceder a nuevas formas de pensamiento y de vida. Sin embargo, aunque hay un intento explícito por transportar al auditor a tierras exóticas mediante historias fantásticas, la estética hippie de Astro se agota en la mitad del ejercicio iluminador, ya que los chilenos sólo se dedican a narrar la vivencia alucinógena al natural, sin ahondar en composiciones que superen el hit bailable y que encarnen cierto grado de reflexión.

“Ciervos”, el corte que presenta el disco, resume el gusto por entretener que Astro había anunciado en su discreto Ep de 2009, “Le disc de Astro”. La pieza funciona gracias a esos pegadizos “A-E-O” y el sonido sigue las tendencias que fusionan elementos de la música dance, la psicodelia y los ritmos tropicales. El equipo formado por Andrés Nusser (voz, guitarra, sintetizador), Octavio Cavieres (batería), Nicolás Arancibia (bajo, percusiones) y Daniel Varas (teclados) no se mueve de ese cómodo lugar, firmando un trabajo de pocos contrastes y en donde la reiteración de metáforas y de arreglos concluye en un producto monótono y a ratos absurdo.

Todo parte cuando Astro opta por contar historias donde circulan vacas, osos, tortugas, camellos, elefantes, llamas y víboras. Al referirse una y otra vez a estos seres, la banda se pierde en zoomorfismos cercanos al ridículo, tal como ocurre en “Columbo”  con esa intención de ser conejos expresada en los versos  “con mis orejas de plástico me voy a infiltrar / seré un felpudo blanco / oh papapá!” o “Volteretas” y las líneas “haz volteretas infinitas / rapidísimas hacia el cielo / como un armadillo hecho bola / disparado con un cañón”. El grupo insiste en este tipo de escenas en “Pepa”, cuando el vocalista grita “¡comete una pepa! / y  ten tu propio bosque / lleno de animales”, dejando entrever sin sutilezas la doble intencionalidad de sus letras.

Para dar coherencia a las narraciones del disco, la banda combina programaciones con baterías, fusiona teclados y sintetizadores, distorsiona  guitarras e intervienen la voz de su cantante y líder, Andrés Nusser, hasta volverla  ininteligible. Esta es la peor jugada de todas, pues lo que pudo ser una producción rica en arreglos y desafiante en términos sonoros (dada la cantidad de menciones al mundo salvaje de las letras) no es más que  una mezcla poco equilibrada de instrumentos que impide la comprensión de lo cantando. Incluso la breve “Druida de las nubes” o la oscura “Nueces de Bangladesh” –dos canciones que podrían marcar la diferencia entre el resto del repertorio- no consiguen potenciar el afán extravagante de “Astro”.

Esa es la gran debilidad del primer trabajo de los locales: describir la experiencia psicodélica sin atrevimientos sonoros y sin contar con un relato que supere las ansias por escapar y llegar al oasis. “Manglares”, una canción que invita a viajar al paraíso lleno de animales, concentra el perfil de una banda que fantasea con imágenes sacadas de un safari, pero  que es tan literal  que no procesa conceptos, no crea metáforas ni excava en las oportunidades de sus instrumentos para levantar un sonido provocador. Ese es el límite de Astro y suponer otra lectura de sus canciones negaría la propia raíz psicotrópica que los motiva.

Ingenuos creadores de un bestiario que tambalea entre lo cómico y lo vergonzoso,  Astro se empantanan entre los triangulitos caribeños de sus alucinaciones, pero a cambio publican un disco lleno de monos, caballos y ardillas. En resumen: pop de parvulario, bailable y pegote, que se estancó en una extensa anécdota drogona.

Esta crítica fue publicada en Nacion.cl

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miércoles, noviembre 30, 2011

Alex Anwandter – Rebeldes


Nuevo disco de Alex Anwandter en poco más de un año y la pregunta cae de cajón: ¿era necesario? Después de terminar con Teleradio Donoso y renacer como Odisea en mayo de 2010, el cantante ahora borra con el codo lo firmado con ese seudónimo para recuperar su nombre y  volver con Rebeldes (2011). El resultado de esta jugada es un trabajo prematuro y poco agraciado, una placa que marca un enorme retroceso en la carrera del cantante y que deja un mal sabor a causa de  las mortales referencias a otros artistas de su generación, voces que eclipsan lo que se intuye como la supuesta guinda de la torta del reciente pop nacional.

A primera vista  hay una cuota de sencillez que resalta en Rebeldes, sobre todo si se le compara con el sofocante estilo electrónico de Odisea, el anterior registro de Anwandter. A diferencia de ese álbum –en donde todo parecía ultra calculado y manipulado-, las nueve canciones de este retorno mezclan programaciones electrónicas con instrumentos tradicionales (guitarras, piano, bajo, batería), haciendo que el electropop del chileno se transforme en pop simple y sin espacios para la experimentación. Aquí no hay composiciones eternas ni letras enigmáticas, rasgos que abundaban en su disco del año pasado. No obstante, al optar por reducir la complejidad de su nuevo repertorio, Anwandter termina dando palos de ciego, confundiendo la claridad y la inmediatez propias del pop con la comodidad y la reproducción de estilos ajenos. 

Un reparo básico es el ordenamiento de las canciones. En Rebeldes los cortes más bailables son seguidos por baladas, salvo en los últimos minutos cuando aparece “Fin de semana en el cielo”, un incomprensible arranque melodramático que desentona con el resto de las pistas. Es obvio que al agrupar las canciones de esta manera se busca guiar al auditor por momentos altos y bajos –en  una especie de vaivén sonoro que define la estructura final del disco-, pero la separación es tan radical que termina por  entrelazar a la fuerza las composiciones de Anwandter.

Pero Rebeldes cae en otro grave error: piratear referentes demasiado evidentes (y cercanos) como pasar inadvertidos. Por ejemplo, en “Cómo puedes vivir contigo mismo”, el guiño a Technotronic es tan descarado que ni siquiera puede ser tomado en serio. Sin embargo, el remate de esta misma canción es aún más vergonzoso cuando aparece la primera referencia a Javiera Mena, con esos arreglos de cuerdas casi hurtados a los de  “Hasta la verdad” (de Mena, 2010). Aquí comienzan a aparecer serios indicios de imitación, antecedentes que se comprueban con el paso de los minutos cuando la mímica se vuelve obscena, sobre todo en “Que se acabe el mundo, por favor”, corte en el que Anwandter copia el tono de voz de la cantante para despacharse unos “de ti” que parecen salidos de un papel calco. Como si con esto no bastara, el ex Teleradio Donoso, cual mimo, retoma la batería utilizada por su colega en “No te cuesta nada” para escribir su propia versión en “Tormenta”, la balada principal de Rebeldes

Destacar estas conexiones entre Anwandter y Mena –o mejor dicho, los intentos del primero por sonar igual a la segunda- no busca menospreciar la influencia de tal o cual artista en el proceso creativo del cantante, pues sería ridículo no reconocer que la música popular funciona  según la constante del copiar/pegar. Señalar cómo el autor de “Tatuajes” se intenta mimetizar con el estilo de Mena sólo sirve para comprender, ya casi sin necesidad de mayores argumentos, que la metáfora del “Chile, nuevo paraíso del pop” –rótulo creado en España y legitimado oficialmente en Chile por la SCD en la última versión del Pulsar- no es más que un penoso espejeo entre cantantes vinculados a un pequeño sector de la música nacional.

Otro detalle no menor es la escasez de ideas que inspiran las canciones de Rebeldes. Como buen exponente de su generación, Alex Anwandter se escuda en historias basadas en un sinfín de divagaciones que no conocen otros espacios más allá de la cama, el velador o con suerte la esquina. Tal como ocurría en Odisea­ –en donde Anwandter se enfrascó en una represiva reflexión sobre la ciudad sin nombrar una sola calle-, el cantante vuelve a demostrar la pobreza de su imaginario al relatar dramas de pasillo o anécdotas amorosas de lo más desabridas. Asimismo, la poca destreza de este autor se transparenta cuando el abismo que separa su discurso íntimo con el del mundo exterior  encuentra una salida a partir de las drogas y su famosa piscina de ketamina, además de esa imagen seudo impactante de su “brazo morado”.

En otras palabras, las letras de Anwandter asombran por su debilidad y por querer legitimar a toda costa su “pop desprejuiciado”. De hecho, no está demás insistir en que su narración se vuelve aún más opaca al insinuar cierta ambigüedad sexual, un elemento que en su disco anterior alcanzó un estatus mucho más evidente y abiertamente andrógino. En este caso, en cambio, el cantante juega a dedicar  versos a un otro masculino/femenino como si en ese movimiento se escondiera una especie de trasgresión o  valentía (o tal vez esa rebeldía que no aparece por ninguna parte).

Desprovisto de buenos momentos e influenciado por trabajos chilenos mucho mejor logrados, Rebeldes ubica a Alex Anwandter en un terreno peligroso, dominado por la copia y la sumisión a las reglas de lo que debe ser un disco pop. Por eso, vale la pena preguntarse si es que entre tanto ir y venir, entre tanto inventarse apodos y olvidar su nombre, el cantante no logró más que perder su propio rumbo. Porque si algo queda claro es que aquí no hay indicios de un proceso creativo de reinvención o búsqueda, sino que sólo hay huellas de un autor que no sabe para dónde va la micro.

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martes, octubre 25, 2011

Entrevista a Félix y Los Clavos

Fotos: Nacho Parodi

El cantante y compositor argentino Félix Cristiani publicó su debut “La vida secreta” en 2007. El disco fue una muestra de pop sencillo y letras memorables que pasó casi inadvertida entre el público local, pese a conseguir el apoyo del sello nacional Quemasucabeza, discográfica que lo editó en Chile. En 2008, Félix se presentó por primera vez en nuestro país como invitado del 1er Festival Solistas en Solitario. Siendo un desconocido entre la mayoría de los asistentes, el argentino defendió sus canciones sólo con una guitarra. Y quebrar el hielo no fue fácil. 

—¡Ese concierto fue horrible! –recuerda Félix. Yo no soy un cantautor que sale con guitarra y voz, siempre toqué con banda, que es el formato que me interesa. Me sentí muy en desventaja, porque los otros músicos  del festival (Gepe, Chinoy, Nano Stern, Coiffeur) hacían vivos y discos con esa formación. Sin embargo, debo decir que en un sentido fue esclarecedor: me prometí nunca más tocar solo.

Después de casi cuatro años, Félix regresa a Santiago esta semana junto a Los Clavos, su nueva banda compuesta por seis músicos con los que grabó su reciente trabajo: “Continuará” (2011). Producido por Daniel Melero, el disco contiene dos placas: una compuesta por once nuevos cortes y otra de seis canciones que samplean el material del primero. Según el argentino esta es una apuesta más ligada al ruidismo y la experimentación; un pop  explosivo y que explora la idea de la obra infinita.

Lo que sorprende de “Continuará” es el sonido. Suena no distinto, sino que opuesto a “La vida secreta”. ¿Qué pasó en estos años que pasaste de un pop sencillo a un disco complejísimo?
- Si hay algo en lo que somos afortunados los artistas es en poder transformar la basura en arte. En los años entre “La Vida Secreta” y “Continuará” tuve una seguidilla de colapsos emocionales que me llevaron a estados de pánico y terror. Recuerdo estar muy fumado tocando la guitarra y sentir que el ventilador se iba a caer y me iba a rebanar la cabeza. Cosas horribles como esa terminaron siendo una gran inspiración. Al final todo tenía que ver con el derrumbe de un estado mental en el que creía poder tener control sobre todo. Y la realidad es una bestia que se impone más allá de tu voluntad. En todo ese ruido vislumbré que había formas de bellezas no hedonistas o gratificantes, como el terror o la violencia, y que eran espacios muy fértiles y no muy usualmente abordados, desde la música sobre todo. Ese fue mi aporte, la composición y todas estas ideas. El resto lo hicieron Los Clavos -combo compuesto por Benjamín Ochoa en el bajo y sintetizador; Damián Cubilla en guitarra acústica; Siro Bercetche en guitarra eléctrica; Chango Serantes y Antü Filardi Sabín en sintetizadores y Luis Herrera en la batería-.

En “Continuará” yo sólo canté. Con Benjamín Ochoa, un socio histórico, nos dimos cuenta que para poder bajar a música estos “conceptos” teníamos que desarrollar un sistema anárquico de producción. Por eso arrancamos a grabar sin que ninguno de los Clavos hubiera escuchado los temas, ni preparado arreglos. Era darle play un par de veces a unas maquetas de guitarra acústica y voz, y que grabaran lo primero que se les ocurriera, sin conocer los acordes ni encargarse de cumplir las funciones que suelen tener los instrumentos. “Quedar expuesto” fue una de las premisas. 

Otra de las cosas que sorprende es que tus letras siguen siendo más o menos similares: historias, narraciones sentimentales… En eso se nota cierta continuidad entre ambos trabajos. ¿A la hora de escribir una canción, entonces, es más complicado salirse del lugar común temático (amor, relaciones personales) que cambiar de sonido? Te lo pregunto porque se podría pensar que, finalmente, la canción pop está destinada a cambiar de sonido, pero nunca de temáticas o de usos del lenguaje.
- Creo que la lírica de “Continuará” es distinta a la de “La Vida Secreta”, es más confusa, mística por momentos, pero definitivamente tiene en común esa primera persona que habla de lo que ve. En ese sentido hay una continuación, y es que no es ficcional. Respecto de la canción pop, creo que su cuello de botella, y la gran revolución que tiene que hacer, es justamente el cambio de los usos del leguaje. Es un desafío complejísimo y el motivo por el que muchas veces el pop se queda corto. Creo que el origen del arte fue pop, que es la forma primigenia de manifestación de los hombres -¡la caverna de Lascaux!-, la más importante, y la forma en que se va a extinguir el arte cuando se extinga el hombre. Aclaro que hablo de pop como forma de comunicación, no como género musical o como se lo asocia a formas y usos mediocres o demagógicos. Sin embargo, el lugar en el que se ha trabado es en seguir replicando el uso “testimonial” de esa primera persona. Recomiendo ver en YouTube las entrevistas a John Maus. Muy interesante lo que dice sobre este tema.

¿Las canciones instrumentales del segundo disco de “Continuará”, ya que nacen de las canciones del primero, son ese intento por superar lo que se queda atrapado en la mezcla entre letra y música?
- No son un intento, sino más bien el resultado de la mente disociativa de (Daniel) Melero. No fue algo planeado, sucedió cuando abordó la postproducción de los temas: de cada uno hizo muchísimas versiones, desde más clásicas hasta instrumentales casi irreconocibles. Uno de los tantos tópicos de los que hablábamos era el de la obra infinita, o la obra inconclusa, que es lo mismo. Las grabaciones y el espíritu del disco invitaban a imprimirle esa forma de desarrollo, y por otra parte, hacía rato nos planteábamos las limitaciones de los discursos asertivos. Por otro lado, en ese momento yo estaba bajando de Internet distintas versiones del inédito “Smile” de los Beach Boys. La idea de que cada versión que encontrabas tenía distintos órdenes, distintas mezclas o directamente temas que en otras compilaciones no figuraban, me pareció el logro artístico más alto de su carrera. A Brian Wilson le costó la cordura, pero el supuesto fracaso que significó que “Smile” no se editara lo considero la única manera de concreción que tenía esa obra.

¿Pero las canciones del segundo disco de “Continuará” las compuso Daniel Melero? No me queda claro ese detalle; si es que las compuso o sólo participó en la producción de los dos discos.
- Con Daniel (Melero) nos divertíamos mucho hablando de eso, ni para nosotros era claro si el segundo disco era suyo o de Los Clavos. El material sonoro desde el que se generaron esas piezas son los temas del primer disco, pero como el resultado es tan distinto, es nueva música. Hoy que lo escucho, definitivamente creo que el primer disco es de los Clavos y el segundo de Melero.

Sensacional by felixylosclavos

Te refieres a “Continuará” como un proyecto que supera al disco tradicional, porque tal como su nombre lo indica, siempre está desarrollándose. ¿Podrías ahondar en eso y explicar cuáles son los diferentes formatos que van dándole extensión a esta obra?
- “Continuará” terminó siendo un disco doble, pero de hecho hay material extra que no está incluido en esta edición porque la hacía demasiado extensa. Hay material como para por lo menos un disco más. Entre las ideas que estamos barajando está la de hacer una suerte de corto, obra audiovisual, no lo sabemos aún. Siro, Chango y Benja son videastas, así que la idea es hacer nosotros mismos la parte visual. Todavía estamos evaluándolo, no es algo que ya esté definido.

También te refieres a “Continuará” como un trabajo más agresivo, no condescendiente. ¿Es esa la finalidad de tu música o crees que es fruto de la circunstancia de este disco en particular?
- Creo que se hace camino al andar, y que el siguiente paso que vayas a dar va a estar determinado por el anterior. En ese sentido no creo en una finalidad puntual, sino en el desarrollo de una carrera o una obra que tenga que ver con la diversidad.

¿Identificas esa misma característica de tu disco en otras propuestas actuales de Argentina?
-En los últimos cinco años la Argentina se plagó de cantautores que van detrás de un sonido acústico, bello, armonioso y la verdad lo encuentro muy limitado y poco inspirador. ¡En realidad fue una inspiración para hacer todo lo contrario! Yo me considero un compositor que canta sus temas, en ese sentido podría entrar en la categoría de cantautor, pero no me interesa en lo más mínimo la escena porteña de los cantautores. En lo concreto, estoy más en comunión con bandas como Nairobi, Las Kellies, Victoria Mil, Azur, Diosque, Betty Confetti, Maniac Mantu. Hay un artista tucumano, Bruno Masino, que le ha encontrado una buena vuelta a la canción. De todas maneras, no creo que lo agresivo o poco condescendiente sea una línea “política”, por llamarlo de alguna manera, sino el paso que sentí que tenía que dar en este contexto musical y en relación con “La Vida Secreta”. Hace poco vi una entrevista de R. Stevie Moore en la que decía que la única guerra que luchaba era la guerra contra la mediocridad. Suscribo 100% a esta idea, creo que esa es la única política que me interesa.


¿Cómo fue trabajar con Los Clavos en este disco? ¿Prefieres ese proceso más colectivo o te es más sencillo trabajar solo?
- Los Clavos funcionan de una manera radicalmente opuesta a la mía. Mis procesos de creación son de decantación muy lenta, básicamente tardan el tiempo en que mis ideas se trasladan a mi cuerpo para poder materializarlas. La parte de composición siempre la vivo en solitario, y a la hora de hacer los temas de “Continuará”, me encontré con que mi manera de bajar ese material era bastante rústico y desordenado. En definitiva ese resultado me indicaba que el proceder tenía que ser opuesto a mi sistema anterior de control y minuciosidad. Las grabaciones se hicieron en lo de Benjamín (Ochoa), con este sistema en el que la batería era lo último que se iba a grabar. Yo produje unos cuantos discos y siempre encontré que el sistema clásico de grabar primero la base demoraba la urgencia instintiva de descargar en el acto lo primero que venía a la mente.

Por eso el procedimiento fue que el que primero quisiera grabar, lo hacía. En ese contexto descontracturado, lo que cada uno depositaba en los tracks era mucho más el resultado de una inspiración lúdica y divertida que detenerse a pensar que era lo que “convenía” o servía para que la música se pudiera sostener. Como si la música debiera sostenerse; ¡también es buenísimo que se desbarranque! Los Clavos son básicamente el grupo más cercano de amigos, y en realidad son más artistas que músicos. Su hábitat natural es el desorden y claramente como banda lo que correspondía era seguir el flow de la tropa. Cuando todos estábamos suficientemente borrachos, fumados o excitados, se prendía el botón rec. Definitivamente la creación colectiva supera a la del solista.

¿Cómo trabajas junto a Los Clavos las canciones de “Continuará” en vivo?
- Los Clavos somos más una orquesta eléctrica que una banda de rock. Nuestros shows tienen algo de conjura mística, de milagro y de catástrofe. Somos físicos y arbitrarios a la hora de tocar, en ese sentido estamos mucho más próximos a los modos del noise que a los de la canción. Ese fue nuestro desafío y en eso estamos avanzando, hacemos canciones pero no las interpretamos como tales. Así, muchas veces llegamos a la deformidad. Eso sí, siempre bajo el aura universal del pop.

¿Y cómo es trabajar con Daniel Melero, considerando que además tú eres músico en su banda?
- Hacer música con Daniel es un súper lujo, siempre espera del arte lo mejor de lo mejor, como si fuera una conquista que siempre se puede ganar, y que se tiene que ganar para satisfacción personal. Eso es crucial. El centro de un artista siempre debe ser él mismo, nunca el afuera. Respecto de sus procedimientos, podría decir que su fuerte es sembrar la confusión, eso estaba muy en sintonía con el modus operandi de Los Clavos y por eso todo terminó en un disco doble compartido. Sin dudas Melero es mi influencia más fuerte, pero no en un sentido musical. Si bien los dos hacemos canciones, nuestra música no tiene mucho que ver. La marca que dejó en mí es mucho más global, como ser, los “principios” para construir una obra y una carrera.
Esta entrevista fue publicada en Paniko.cl

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lunes, octubre 24, 2011

DJ Fracaso: "El boom de la música chilena no da ni para petardo"



Recortes de la serie animada “Transformers” o “El Gladiador”, segundos de la película “Terminator” y varios planos de pornografía aparecen en los videos de Juan Chaparro, profesor de arte que comenzó a experimentar con la creación audiovisual hace más de diez años. La electrónica llegó después: cansado de escuchar death metal y ver envejecer su colección de discos, decidió tomar lo mejor de bandas como Carcass, Portishead o Slayer para unirlas a canciones como la reggaetonera “Baila Morena” de Héctor y Tito. Así nació DJ Fracaso, un hibrido entre programaciones, samples y videos.

Después de algunas presentaciones en vivo, DJ Fracaso publicó “Fracaso incendia el mundo” en 2001 (disponible aquí) y el EP “Fracaso asesina su familia” en 2003, discos con los que comenzó un tránsito por la música nacional que recién en 2011 volvió a dar frutos. A principios de este año, estrenó “Cadáver de perro al sol”, obra en la que reúne sus mejores canciones y videos y que se puede descargar libremente a través de Pueblo Nuevo, sello chileno especializado en música electrónica y no en death metal.

¿Por qué decidiste publicar “Cadáver de Perro al sol” en Pueblo Nuevo?

Llegar a Pueblo Nuevo era lo lógico, porque a los metaleros no les gusta lo que yo hago. Una vez toqué en un bar metalero y cuando terminé, el dueño del local me dijo ‘esto no es metal’. Quizá no le gustó porque algunas canciones tienen reggaeton. Lo que yo hago le gusta a la gente más rara, a los que están más pendientes de la música electrónica, porque cuando vas a un recital de death metal vas a puro escuchar un ruido que no tiene ningún sentido.

La figura del DJ generalmente se asocia al que está en las fiestas para satisfacer al público. Sin embargo, tus canciones y videos no tienen nada de complaciente.

Al principio yo veía a los DJs como una pérdida de tiempo: un tipo que ponía canciones una después de otra. Eso no tiene ninguna gracia. En ese tiempo yo pensaba ‘qué basura más grande la música electrónica, hay que hacer algo con ella’, pensaba que debería ser distinta.

¿Así llegaste a la idea de comenzar como DJ Fracaso?

Más o menos. Me acuerdo de que estaba ebrio y le conté a unos amigos que iba a hacer música y que me había comprado un computador. Un amigo me dijo ‘ponte DJ Fracaso’. Ahí no tenía idea de música electrónica, de hecho, hasta el día de hoy no me gusta la música electrónica, pero me gustó el nombre porque creo que el fracaso es la mejor manera de avanzar. Mientras más la cagues, más vas a poder saber todo lo que no funciona.

¿Cómo reacciona la gente con tus canciones y videos cuando tocas en vivo?

Lo más bacán ha sido un caballero mayor, un tata, que me abrazó y me dijo ‘me encanta lo que haces, pero tenís que hacer algo más melódico porque no se entiende nada’. También me acuerdo una vez en un FOBIA (festival de música experimental organizado por Jacobino Discos y Productora Mutante), cuando a un loco le dio un ataque de epilepsia y yo me sentí súper responsable, porque las imágenes que ocupo pueden inducir un ataque así. No sé si le dio por eso, pero le pasó después de verme tocar. Fue triste esa cuestión. Después fui a darle la mano al loco y no se acordaba de mí.

¿Qué lugar ocupa, entonces, el espectador en tu música? ¿Piensas en la gente que te va a escuchar y ver cuando haces las canciones o pasas por alto ese detalle?

Siempre pienso en el público, sobre todo en las partes en las que quiero que reaccionen. Por ejemplo, en las tocatas uno puede ir mirando en el estado que queda la gente. Ahí pienso que si hago algo se genera tal cosa. Me pasó cuando vi a la primera persona que gritó ‘oooh’ conmigo; ahí dije sí, esto está funcionando. Porque me di cuenta de que se generaba una euforia que, muchas veces, a la persona que hace las canciones no le pasa porque ya se las sabe de memoria. He aprendido y quiero que a la gente le sucedan las cosas que yo quiero. Es algo en lo que pienso porque al final cualquier cosa que haga se la termino presentando a la gente. Puedes ser súper experimental, súper abstracto y súper cabezón, pero igual eres un espectáculo, eres parte de un circo. Un payaso más.
Cuándo haces música, ¿la proyectas visualmente o primero vienen las canciones y después los videos?

Cuando hago las canciones, primero me las aprendo de memoria y después las hago. Los videos también: sé cómo empiezan, cómo terminan y qué va al medio. En mi caso no me gustan muchos los videos experimentales, pero sí me gustan los relatos, de hecho me gustaría hacer cine… Ahora que lo pienso, el otro día estaba enfermo, con fiebre, y el día anterior había visto una cinta que tenía de los “Transformers”. Después tuve unas pesadillas y me di cuenta que eran las mismas imágenes que aparecían en los videos. Mis pesadillas son lo que ves en mis videos: me gusta el porno, me gustan los “Transformers”, me gusta “Terminator”. Son cuestiones que están en mi cabeza y necesito sacarlas. Me persiguen.

Pero esas narraciones de tus videos igual están diciendo algo que va más allá de tus pesadillas.

Claro, además de la canción, siempre se está poniendo un juicio sobre la mesa respecto a lo que significa la música y eso es lo que ve la gente. Pero la verdad no es algo que piense tanto. Siempre estoy pensando en mujeres desnudas. Es un problema que tengo. ¿Cachai Korn? ¿La canción ‘A.D.I.D.A.S.’? Es como esa onda… Son cuestiones incontrolables que al final terminan diciendo mucho. Mucha gente se siente representada, pese a que otros no le encuentran ningún sentido. La gente le da el sentido. Por eso prefiero que sea la gente la que me diga qué es lo que piensa cuando ve los videos. Es un trabajo que está hecho para que la gente diga algo, no es el show de un músico tradicional.

  Dj Fracaso: "Destruir el imperio" (2011) - disco: "Cadáver de Perro al Sol" [vg006] by pueblonuevo 

Publicaste tu disco en un sello dedicado a la música electrónica, pero lo tuyo viene del metal. ¿Te relacionas con músicos electrónicos de acá?

Ahora he conocido más músicos electrónicos. Pero me he dado cuenta de que hay una frase que cuando aparece es porque es verdad: cada vez hay más poseros, y todos están haciendo puras basuras, y en todos los sentidos, pero se nota más en la electrónica, con gente que lo único que quiere es darle el palo al gato. Por eso mismo yo prefiero mantenerme alejado.

Pero igual al publicar un disco, y más encima de descarga gratuita, empiezas a formar parte de un grupo de gente, de un sector, aunque sea pequeño, de la música nacional. No es que estés tan alejado de lo que pasa con las otras bandas.

A mí lo que me interesa harto es lo que pasa cuando las personas toman lo que tú haces y hacen algo más. Me ha pasado que me han escrito un par de locos que han hecho videos con mis canciones. Hay como tres videos por ahí. Esa es la única relación que uno puede tener con la gente. Me acuerdo que cuando hice unas canciones con partes de Slayer, yo le escribí a los locos, les mandé un correo, pero jamás me contestaron. Para eso uno hace música yo creo, para que pase algo así.

¿Y qué opinas del auge de la música chilena actual? Parece que todo el mundo está haciendo cosas increíbles y que el mundo recién se está enterando que existe Chile.

Eso es lo mínimo. Me acuerdo de un periodista de Canal 13, que usa lentes – Andrés Caniulef- que se llena la boca con los músicos chilenos, pero nunca los nombra. Y cuando los nombra, nombra a cuántos, no sé, al 10% de los músicos. Es poca la difusión. En verdad, el boom de la música chilena no da ni para petardo. Hay miles de personas haciendo canciones, pero nadie sabe. Creo que a la música chilena, y sobretodo al underground, se le está dando más importancia de la que tiene. En verdad, esta cuestión no le importa a mucha gente. Que yo saque un disco no le importa a mucha gente. De hecho la mayor cantidad de descargas que tiene Pueblo Nuevo son 100.000… ¿Cuántos es eso? Uno puede pensar que es caleta, pero en verdad no es nada. Vivimos en una ilusión que a nadie le importa, porque la gente está preocupada de puras hueas. Ahora por ejemplo, hay miles de personas protestando en la calle, pero la gente está preocupada de otras cosas. Ante esa indolencia uno hace lo que puede.

¿Qué cosas te llamen la atención de acá? Porque en tus videos y canciones los referentes son bien lejanos.

Me gusta Congelador, me gustaría tocar con ellos. ¿Algo que me guste de ahora? Fakuta, también Fredi Michel. Me acuerdo de la fonda Michael Jackson del año pasado y me gustó la actitud de Fredi Michel, como despreciando a la gente. No creo que sea cierto, no creo que la loca –la cantante Andrea Guerrero- odie a la gente, pero es una actitud que toma en el escenario. En el caso de los videos tengo algunos de Michael Jackson que me gustaría ocupar y ponerle la cara de Felipe Camiroaga, pero ahora alguien podría llegar a violentarme y eso es complicado, porque tampoco tengo que andar pasando peligros.

¿En qué estás trabajando actualmente?

Estoy terminando una canción para un disco que están armando los músicos de Lluvia Ácida para la novela gráfica “Policía del Karma” de Jorge Baradit. Es algo muy parecido a lo que hicimos con Synco. Pero el estilo es distinto, parece más una banda. De hecho, cuando lo escuché pensé que no era música electrónica, sino que una banda. Es chistoso eso, porque justo hace unos días vi unos videos de Marciano y pensaba en lo que terminó Sergio Lagos y pensé que era horrible y que me iba a pasar lo mismo, que me iba a transformar en una basura.

Esta entrevista fue publicada en POTQ.cl

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jueves, octubre 13, 2011

El cuestionario para Rosario Bléfari

 Foto: Javier Chorbadjian

Música y cine se mezclaron en el regreso de la cantante y actriz argentina Rosario Bléfari (1965) a tierras chilenas. Después de años sin cruzar la cordillera, fue gracias a la actuación que viajó a Chile, en enero de este año, para trabajar junto al director nacional José Luis Torres Leiva en la película “Verano”, cinta en la que Bléfari ocupa un significativo papel secundario. Por esas fechas, la vocalista de la recordada banda Suárez también pudo ofrecer un íntimo concierto en el desaparecido subsuelo del Estudio Elefante, para repasar sus discos “Cara” (2002), “Estaciones” (2004), “Misterio relámpago” (2006) y “Calendario” (2008). 

Han pasado los meses y ahora vuelve a Santiago para estrenar, en formato acústico, canciones de nuevo trabajo: “Privilegio”.

—Me moría de ganas de volver a Chile con cada disco que sacaba pero, o no podía encontrar la persona indicada para organizar algo, o si parecía que ya estaba todo listo y se concretaba el viaje, pasaba algo. La última vez fallida, pasó ni más ni menos que el terremoto. Cuando me invitaron a filmar “Verano” pudimos vencer la cuestión, y como yo viajaba junto a mi guitarrista Javier Marta, que también iba de invitado a tocar con Boom Boom Kid, pudimos “engañar” al destino.

Cuáles han sido tus impresiones sobre Chile en términos de público, de los lugares que has visitado después de tanto tiempo sin venir. ¿Te ha llamado la atención algo de acá a partir de tu último viaje?

—Durante la última vez que estuve en Chile todas mis impresiones fueron absorbidas por este contacto con el cine chileno; ver a ese equipo de personas trabajando, todos a la vez embarcados en otros proyectos de los que venían o a los que iban: cortos, guiones, montajes, fotografía, sonido, desde su lugar o de otro, rotando los roles en otro proyecto. La actividad es enorme por lo que pude apreciar. Y el trabajo en equipo fue tremendamente fluido. Yo preguntaba si era siempre así o era un caso especial. Me dijeron que no era siempre así, por lo cual doblemente agradecí haber sido invitada a esta película en particular, que tenía estas características tan notables.

¿Cómo se dio la oportunidad de participar en esta película?
—Esta película llegó en un momento muy especial, mi madre estaba muy enferma y en medio de esa pena me escribió un mail José Luis Torres Leiva. En unas líneas explicaba la intención de la película de una forma muy sincera, directa, simple y pude, a través de esas palabras, ver de qué se trataba todo, confiar y aceptar. La noticia fue una alegría porque ir a filmar a Chile no estaba en mis planes, y aunque hubiera podido soñarlo, jamás lo hubiera creído posible. Luego hice un primer viaje para conocer al director y la locación: un hotel en la cordillera, en las Termas de Cauquenes. Fue muy gracioso y representativo cuando llegué al aeropuerto, porque José Luis y una asistente, Cata Vergara, me fueron a buscar,  y cuando íbamos en el auto yo les pregunté: “¿Y qué tal el director? ¿Trabajaron en otra película con él?” y ahí José Luis largó una carcajada, y la Cata me dice que él es el director. Yo no me esperaba que el director viniera al aeropuerto, pero así es José Luis, una persona encantadora y sencilla, sumamente sensible e inteligente. Me parece algo más que un director de cine moderno, lo suyo es una obra fotográfica en movimiento, trasciende la concepción actual del cine.

Es probable que tu faceta como actriz más nombrada entre el público chileno sea tu protagónico como Silvia Prieto en la película del mismo nombre de Martín Rejtman, de 1998.
—En el caso de Martín Rejtman, por ejemplo, su cuestión pasa por otro lado, más por algo de las palabras y las situaciones que crean un mundo propio, extraño, paralelo, pero al mismo tiempo familiar de tal manera que resulta un humor de todo eso. No creo que ni uno ni otro sean ‘el cine argentino’ y ‘el cine chileno’, para nada. Ambos son directores con una personalidad y en general me cuesta determinar qué es lo que corresponde a cada país. Además, no es lo que más me interesa ver cuando veo una película, siempre me sintonizo en lo universal, igual que con las canciones o cualquier otra cosa. Después, puede estar el interés que despierta ver alguna costumbre o lugar, la gente de un lugar, pero es un extra que el cine nos regala: el dato geográfico, étnico, cultural, escondido en la obra. Me gusta ver, en todo caso, como con distintos elementos y con distintos lenguajes se habla de las mismas cosas que nos involucran a todos.


Haciendo un poco de memoria: colaboraste con Congelador para la canción “Centro del sol” que salió en el disco ‘Cuatro’ (2002) de la banda chilena. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Recuerdo ese lindo momento en el que fui al estudio de los chicos y grabamos, fue natural y sencillo hacerlo, compartíamos un código musical y entrar en sintonía no me costó nada. Sé que volvieron al ruedo, y me alegro, los tengo como algo valioso para el panorama musical de cualquier lugar, una pieza que no debe faltar.

Siempre me llamó la atención tu canción “Vidriera chilena”, que sale en un compilado ‘4 woman no cry’ de 2005.
—Es una pieza instrumental que surgió de grabaciones que había hecho caminando por las calles de Santiago o en improvisaciones que hicimos en un viaje con Suárez, y como tenía ese origen, esa inspiración, la titulé vidriera, por ser un lugar donde se muestra algo. No intenta ser un concepto tipo “parece una vidriera chilena”, como si las vidrieras chilenas, escaparates o como les llamen, tengan ciertas características identificables en cualquier lugar. Es más bien como si yo armara sonoramente una vitrina donde se exhibieran mis impresiones chilenas.

En el concierto en Sala Master vas a estar presentando canciones de tu nuevo disco, “Privilegio”. ¿Qué puedes adelantar de este trabajo?
—Voy a llevar el disco, que salió recién. Tiene doce temas, bien rockeros, rápidos, eléctricos, pero vamos a tocar algunos de ellos en clave guitarras y voz, y cuando vayamos más adelante con la banda, verán su dimensión en vivo. Oírlos así, en acústico, tiene sus ventajas porque se entiende bien de qué van, casi es como espiar su estructura, su origen, sus emociones primeras. Algo nuevo de este disco es que comparto la autoría de algunas canciones con mi guitarrista, Javier Marta. El ceder terreno en la autoría no tiene que ver con necesidad compositiva, al contrario, tengo varias docenas de temas esperando, sino con la necesidad de agruparlos conceptualmente en lo que se dio entre nosotros en un momento que fue un diálogo de canciones. Este disco es así, con grabación de banda otra vez, y la exigencia que me auto-impuse de hacerla sonar, eso de querer que quede registrado el espíritu que se respira en medio de una tocata rocker, ese frenesí.

Justamente hace unos días estuvo tocando en Chile Violeta Castillo, cantante que participó en uno de tus talleres de escritura para canciones. Aldo Benítez, otro cantante que ha visitado Chile también formó parte. ¿Cómo surgió la idea de dictar esos talleres?
—Hubo una época de un taller en particular al que vinieron Violeta y Aldo y otros músicos más que empezaron a escribir, escribir y ampliaron el registro literario de sus canciones. Yo aprendí mucho y compuse muchas canciones en ese entonces, porque me ponía a la par de todos. Ahora doy algunos similares, pero intensivos, que duran dos días, como por ejemplo uno que hice la semana pasada para cantautores en Tilcara, Jujuy, que está al norte de Argentina. Al principio, antes de hacerlos, renegaba de la idea de poder ayudar a alguien con algo así, pero me fui dando cuenta que podía compartir cosas y al mismo tiempo aprender o refinar lo mío y la transmisión de ideas acerca de la canción. Al darme cuenta que era un intercambio me pareció posible, y hace años que los llevo de alguna forma. También voy cambiando, renovando y se va transformando en algo sobre la escritura para artistas en general, ya no para músicos ni exclusivo para la canción.

¿La canción –como formato, como producto, como creación- es algo en lo que te gusta reflexionar?
—La canción es para mí una extensión del decir, una manera de decir las cosas, muy apropiada, y a veces hasta indirecta, donde el que escucha saca sus conclusiones. La canción es una respuesta que se arma y rearma ante la pregunta particular de cada persona y momento en que se escucha. La misma canción puede responder distintas preguntas o dar diferente respuesta según los momentos. 

Esta entrevista fue publicada en Pániko.cl

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domingo, septiembre 25, 2011

Lo uno y lo otro de Violeta Castillo


Violeta Castillo es mitad argentina, mitad chilena y sus discos también son dos mitades: “Uno” y “Otro” se titulan los epés que editó a principios de año y que presentará esta semana en Santiago, en dos fechas junto a Moreno y Dadalú.

Aprovechando esta visita, conversamos con la cantante para conocer más sobre los orígenes de su trabajo, sus gustos por Gilda y la música chilena actual, además de cómo se vive por estos días la canción pop al otro lado de la cordillera.



Durante el verano de este año, Violeta Castillo (1989) viajó desde Buenos Aires hasta Tucumán –localidad ubicada al noroeste de Argentina- para grabar sus canciones en el sello Yoconvoz. Fue allí donde la cantante terminó los epés “Uno” y “Otro”, los dos discos que estará presentando en Chile durante esta semana y con los que consagró su gusto por la canción pop, simple y breve, y con los que también completó su recorrido por distintos escenarios trasandinos.

“Empecé a componer bajo mi propio nombre en 2009, después de disolver mi primera banda que se llamaba Castillo Violeta”, recuerda la cantante. “Paralelamente tocaba en Angélica y Tomás, un dúo de covers de hits de radio FM versionados en guitarra y voz, mucho más descontracturado y pasional. Hacíamos temas que todo el mundo conoce como “Fuego de noche, nieve de día” de Ricky Martin, “Suave” de Luis Miguel, una lista interminable de cumbias románticas y muchas canciones de Gilda”, añade.

Has dicho que la versión de “Tu cárcel” de Gilda te inspiró para “Mi cárcel”, el tema que aparece en tu Ep “Otro”. Es una gran referencia y lamentablemente en Chile sabemos muy poco de Gilda. ¿Por qué crees que ese tipo de música te inspira o te motiva a trabajar en tus canciones? ¿Qué otras influencias de la música latinoamericana distingues en tu trabajo?

Gilda es una cosa increíble de linda, por lo festivo y lo profundo que puede ser al mismo tiempo su voz tan dulce y tan potente. Sus canciones son un clásico de los casamientos o festejos de año nuevo, es música para bailar y hacer trencito, pero sacándoles todo el chingui-chingui de la cumbia, lo que queda son tremendas canciones de amor. En mis épocas de secundaria también escuchaba mucho a Silvio Rodríguez, Charly García, Fito Páez o Spinetta. Otra influencia importante para mi es Babasónicos. Creo que es la mejor banda de Argentina, siempre se renuevan y siempre se superan, los amo, son los verdaderos rockeros.


Sin embargo, aunque reconoce que no ha olvidado esas influencias, Violeta Castillo siente su música más cercana a proyectos argentinos más recientes como Diosque, Leo García, Lucas Martí y Rosario Bléfari. De esta última, Violeta Castillo fue alumna en los talleres de escritura de canciones que dictaba la ex líder de Suárez. “La canción “Bolsillo Secreto” –que aparece en “Uno”- salió de un cuaderno del taller. Y hubo otras que no prosperaron, pero uno nunca sabe, a veces las canciones reviven; canciones zombies podemos decirles. Rosario Bléfari me enseñó que de cualquier cosa puede salir una canción”.

Pensando que tu padre es chileno y que viviste en Chile cuando eras niña, me imagino que en más de alguna ocasión han relacionado tu nombre Violeta con Violeta Parra. ¿Qué opinas de ella? ¿Es alguien importante en tu música o no forma parte de tus referencias?

—Mis padres me pusieron Violeta un poco por Violeta Parra y otro poco por el color y la flor; mi mamá es artista plástica y mi papá es músico, o sea, muy poético todo. Pero lo cierto es que no me introduje mucho en su obra. Éste año o el año pasado encontré un vinilo suyo y lo escuché una par de veces de cada lado, me resultó muy crudo el sonido en general y su voz, en particular, me emocionó en ese momento, creo que hasta lloré, pero no la retomé luego.

¿Hay algo en la música popular chilena que crees que te haya influenciado particularmente o miras con lejanía a los artistas de acá?

—En mi casa sonaba mucho Illapu cuando era chica, aún hoy me emociona escucharlos. Pero lo que más me influencia de Chile hoy por hoy son mis contemporáneos: Javiera Mena, Gepe, a quien tuve la suerte de telonear acá después de haberlo escuchado sin parar en Tucumán durante la grabación de los discos; también Fakuta y Dadalú, son buenísimos todos, cada uno en lo suyo y me deslumbra la manera en que crecen a pasos agigantados.


Es evidente que Violeta Castillo llega a Chile en un momento particularmente atractivo en cuanto a la cantidad de músicos nacionales que están sonando. No obstante, es imposible no saber su opinión sobre lo que está pasando en las calles del país, con los estudiantes secundarios y universitarios como la cara más visible de los problemas sociales.

—Aplaudo a los estudiantes y a los nuevos músicos chilenos que tienen todo tan claro. Si bien es a otra escala el crecimiento, y no sé si está relacionado en algún punto con lo musical, lo que pasa en éste momento con los estudiantes también lo veo como una explosión. Los estudiantes están decididos y se mueven bien, se los ve organizados y juntos, que es lo más importante en una lucha. Y en un punto admiro mucho eso de los jóvenes chilenos, que se puedan organizar tan bien e ir para adelante, focalizar, como dice Javiera (Mena) en “Esquemas juveniles”.

¿Cómo nació tu sintonía actual con Chile? Cuéntame un poco como ves a la gente con la que vas a tocar, como Dadalú o Moreno, o quizás de otros como Fakuta a quien le has dedicado muy buenos comentarios por Facebook. ¿Te llaman la atención las nuevas bandas de acá?

—Con Dada (Dadalú) empezamos a chatear hace un tiempo, hará un año más o menos y de entrada pegamos muy buena onda, contándonos cosas, comparando los momentos de cada país y siempre pensando en cuando nos conociéramos y pudiéramos compartir escenario, y ahora se está dando, así que estoy muy contenta porque me encanta su estilo, me parece muy divertida. A Fakuta la conocí hace poco, no me había hecho el tiempo de escucharla, y ahora que sacó su disco, “Al vuelo”, estoy fascinada con ella, me parece tan fino lo que hace, y además es genial cómo se presenta en vivo, soy una fan de Fakuta.

Leí que tus primeras tocatas fueron en la zona oeste de Buenos Aires. De esos lados han viajado a Chile cantantes como Coiffeur y Aldo Benítez. ¿Qué crees que tiene ese sector que genera este tipo de artistas o cómo te influenció relacionarte con ese lado de la ciudad? Pienso un poco en cómo influyen los barrios en la creación de tus canciones.

—El Oeste tiene una magia especial, es cierto, a mí me atrapó mucho cuando empecé a moverme por allá. También hay algo fundamental, y es que es muy difícil e incómodo llegar y también volver del Oeste. Hay un tren que funciona cada vez peor y en hora de punta es imposible viajar sin querer prender fuego a todos los vagones, entonces estoy casi segura de que eso hace que si estás allá quieras quedarte días con tal de no tomar el tren. Ahí es donde uno empieza a juntarse por el barrio y salen los proyectos. Y además es muy linda la zona, de casas bajas, mucho verde y bicicleta, así bien inspirador.

Cuando esos músicos viajan a Chile siempre sale el tema de lo difícil que es tocar en Buenos Aires, porque no hay lugares, porque los lugares no están bien habilitados, porque el gobierno de la ciudad después del accidente en Cromañón comenzó a cerrarlos. ¿Cómo ves ese tema?

—Ese es un tema complicado. Es cierto que hay pocos lugares para tocar, o que no reúnen las condiciones necesarias para tocar con toda la banda, o que no se pueden anunciar mucho porque funcionan de manera clandestina, o son demasiado grandes para la cantidad de gente que una convoca, o que tienen un arreglo poco favorable para los músicos y siempre se termina perdiendo plata, etc. A mí me afecta particularmente en cuanto al formato, pero eso también puede verse como una ventaja. A veces no se puede tocar con banda por la batería, entonces, preparo un formato acústico y siempre es lindo juntarse con amigos a reversionar los temas y tocar para gente nueva. Pero también es dispersante y estresante, porque de pronto estoy ensayando paralelamente con tres formatos distintos. Es ambiguo de acuerdo a cómo se lo vea. Por supuesto, también afecta al desarrollo de una escena, porque es todo muy a pulmón y siempre se corre el riesgo de quedarse frustrado en el camino o terminar tocando siempre para los mismos cinco amigos. Uno se pregunta si es de verdad lo que quiere hacer cuando no es del todo disfrutable. Ganar cero plata significa tener que trabajar en algo que quizás no tiene nada que ver con la música y tener menos tiempo para organizar cosas que rindan y que sean lindas, que a la gente le den ganas de ir, de pagar la entrada y, sobre todo, de volver, que se vaya convirtiendo en el público que te sigue. Así que es complicado, pero se puede, seguro que se puede. Por ejemplo, Él mató a un policía motorizado es una banda que empezó tocando para 20 personas hace cinco o seis años y hoy llena lugares para 400 o más. Y lo lograron con trabajo y dedicación, o sea que no es imposible.

Podrías contarnos un poco también de las cosas que están pasando en Tucumán, y el sello que te grabó, Yoconvoz. Diosque que ha tocado varias veces en Chile es de allá, también Federico Carlorosi que ha viajado con Los Labios y Klemm a Chile ¿Qué otras bandas recomendarías?

YoConVoz es una fábrica de canciones directamente. Grabar con ellos fue lo mejor que me pudo pasar por cómo se involucraron en cada una de las canciones, cómo las reinterpretaron y, sobre todo, con qué fluidez se dieron las cosas. Además, los tiempos en Tucumán son muy distintos a los de Buenos Aires. Es otro ritmo, más atemporal. Recomiendo a todas las bandas del sello, empezando por Monoambiente, el padre o hermano mayor de todo lo demás, Luciana Tagliapietra, Michael Stuar, Maximiliano Farber, Bruno Masino, y también Posavasos. Tucumán es la provincia de la canción pop, es lo que mejor saben hacer: grabar canciones.

Esta entrevista fue publicada en Paniko.cl

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viernes, septiembre 23, 2011

nnnaaammm – “Bites and Colores”




Una reflexión sobre las oportunidades y los límites de la tecnología en la creación electrónica es la que propone el compositor nacional Pablo Flores en “Bites and Colores”, su nuevo trabajo de libre descarga bajo el pseudónimo nnnaaammm para el sello/colectivo Jacobino Discos. En esta producción, Flores es capaz enlazar ocho cortes en torno a una conocida -pero no por eso menos actual- crítica al lugar que ocupan los programas informáticos en nuestras vidas, la tensión ética respecto al usufructo de los conglomerados detrás de estas herramientas y las marcas que van dejando estos dispositivos en lo cotidiano, y por consiguiente, en el paisaje sonoro de todos.

A partir de esas huellas nnnaaammm construye una trama glitch de casi veintidós minutos que nos remonta instantáneamente a Windows y la conocida pieza que Brian Eno compuso para este sistema operativo en 1995. Interviniendo esa grabación, el autor crea nuevas piezas, tal como sucede en “Office” o “Ramspeed”, canciones que nacen de la unión entre las programaciones del chileno, la sombra de Eno y la reutilización de los sonidos que se pueden rastrear en los computadores a través de esa infinidad de microarchivos de audio que se esconden en estas máquinas.

Es importante destacar que el ejercicio de  nnnaaammm no pasaría de ser un simple juego estético sin la presentación adecuada de las ideas que sostienen al disco. Por una parte, el collage sonoro del álbum demuestra cómo todavía se puede elaborar un sonido sorprendente gracias a la manipulación de lo que pensamos sólo forma parte de los circuitos de los aparatos que diariamente utilizamos.  Y por otra, la contraposición de sonidos de entrevistas a Richard Stallman (conocido activista a favor del software libre) y a Bill Gates (otrora líder de Microsoft)  vuelve evidente que canciones como "Burning and the Explorer" o "Devil Inside" también están trasportando un cuestionamiento sobre las estructuras de poder que se escudan en el desarrollo tecnológico.

Por la buena combinación de ambas intenciones, “Bites and Colores” consigue refrescar un sector de la electrónica que opta por escarbar en sí misma para encontrar nuevos espacios de creación y tensión. En ese gesto, nnnaaammm prefiere un estilo de composición que podría ser calificado como obvio e incluso domestico, pero que busca enfrentarnos a ese tótem-tecla (inicio, justamente) que aparece en la portada de este disco. 

Esta crítica también fue publicada en Potq.cl

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