Dar cuenta del descontento por el modelo de vida que conocemos y utilizar voces que parecen sacadas de noticiarios del primer mundo es un recurso demasiado obvio como para extenderse por una hora.Estructurar un disco sobre la asfixia que provoca el orden económico y combinar lamentos romanticones reduce la efectividad de toda subversión. Ironizar sobre las formas que adquiere el poder y abusar de arreglos dramáticos hace que la queja se transforme en un lamento primitivo.
Contradicciones de esa naturaleza abundan en Animales sofisticados en grandes problemas (Independiente, 2011), el reciente trabajo de Sensorama 19-81, apodo del compositor nacional Rafael Casanova. La pieza marca la consolidación del chileno a la hora de transformar su electrónica (ya editada en Retrato de un desconocido de 2008 y otros EPs) en un estilo que remite a sonidos de la IDM, el glitch, el postrock y que ahora apunta directo hacia al pop. Sin embargo, aunque estos estilos se mezclan con más o menos prolijidad, el disco hace dudar sobre las capacidades del autor para proponer conceptos y desarrollar ideas.
Contradicciones de esa naturaleza abundan en Animales sofisticados en grandes problemas (Independiente, 2011), el reciente trabajo de Sensorama 19-81, apodo del compositor nacional Rafael Casanova. La pieza marca la consolidación del chileno a la hora de transformar su electrónica (ya editada en Retrato de un desconocido de 2008 y otros EPs) en un estilo que remite a sonidos de la IDM, el glitch, el postrock y que ahora apunta directo hacia al pop. Sin embargo, aunque estos estilos se mezclan con más o menos prolijidad, el disco hace dudar sobre las capacidades del autor para proponer conceptos y desarrollar ideas.
En más de sesenta minutos, Animales… se divide en diez cortes que oscilan entre la declaración de principios y la manifestación de uno que otro esfuerzo por encarar las violencias del día a día. Así por ejemplo, la primera parte del álbum consigue anudar un pulso de sampleos informativos, recortes de distintos idiomas y alarmas que evocan los dilemas de la sobreinformación, los abusos de poder y la categorización mental y física a la que a diario nos sometemos por nuestro ritmo de vida. Además, las imágenes que acompañan al disco confirman la atención que Sensorama 19-81 le dedica a las estrategias de disciplinamiento que asumimos como naturales.
“El informante”, “Simón dice” o “El cliente” son canciones inspiradas en estas ideas. Asimismo, éstas representan los mejores momentos del trabajo de Casanova gracias a la buena combinación de de programaciones, guitarras, baterías o violines.
No obstante, a medida que el disco avanza, las debilidades comienzan a ganar espacios con “Hoy fue ese día”, “Will fail”, “Sujeto a control” o la interminable “Grandes animales en problemas sofisticados parte II”. En estos pasajes el chileno dispara ideas que desarman lo que a simple vista parecía una producción unívoca, pero que tiende a decepcionar, convertida en un puñado de melodías que no consiguen dar sentido a las historias abiertas en los primeros minutos de la obra.
Por otro lado, este trabajo termina de perder el norte con “Terroristas” o “Quiero ayudar”, las canciones en donde Casanova suma las letras y la voz de Cristóbal Briceño. En la primera, el piano guía un drama orquestado que no supera la barrera de un pop con ideas inconexas y que no hace más que llorarle al amor, mientras que la segunda parte con una interesante burla, pero finaliza como un rock de visiones apocalípticas (incluido el infaltable guiño a las manifestaciones y los cacerolazos) que desliza un dudoso mensaje esperanzador a partir del caos.
En consecuencia, Animales sofisticados en grandes problemas sólo sirve para calificar a Rafael Casanova como un productor -ya no un músico electrónico tradicional- que peca de grandilocuente. El problema está en que ocupando diversos instrumentos, el chileno acciona distintos recursos, y al hacerlo, se confunde y transforma su protesta en un berrinche lleno de baches. Considerando los nefastos tiempos que corren, una obra así no es más que un producto inofensivo e insuficiente.
“El informante”, “Simón dice” o “El cliente” son canciones inspiradas en estas ideas. Asimismo, éstas representan los mejores momentos del trabajo de Casanova gracias a la buena combinación de de programaciones, guitarras, baterías o violines.
No obstante, a medida que el disco avanza, las debilidades comienzan a ganar espacios con “Hoy fue ese día”, “Will fail”, “Sujeto a control” o la interminable “Grandes animales en problemas sofisticados parte II”. En estos pasajes el chileno dispara ideas que desarman lo que a simple vista parecía una producción unívoca, pero que tiende a decepcionar, convertida en un puñado de melodías que no consiguen dar sentido a las historias abiertas en los primeros minutos de la obra.
Por otro lado, este trabajo termina de perder el norte con “Terroristas” o “Quiero ayudar”, las canciones en donde Casanova suma las letras y la voz de Cristóbal Briceño. En la primera, el piano guía un drama orquestado que no supera la barrera de un pop con ideas inconexas y que no hace más que llorarle al amor, mientras que la segunda parte con una interesante burla, pero finaliza como un rock de visiones apocalípticas (incluido el infaltable guiño a las manifestaciones y los cacerolazos) que desliza un dudoso mensaje esperanzador a partir del caos.
En consecuencia, Animales sofisticados en grandes problemas sólo sirve para calificar a Rafael Casanova como un productor -ya no un músico electrónico tradicional- que peca de grandilocuente. El problema está en que ocupando diversos instrumentos, el chileno acciona distintos recursos, y al hacerlo, se confunde y transforma su protesta en un berrinche lleno de baches. Considerando los nefastos tiempos que corren, una obra así no es más que un producto inofensivo e insuficiente.
Publicado en Nacion.cl
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