Un ambicioso esquema es el que trata de completar Alamedas en Romeo (2011), su cuarto disco oficial. A la realización de un rock cada vez más prolijo, el grupo liderado por Alejandro Gómez suma la intención de hacer de sus creaciones un punto de inflexión, un espacio de reflexiones contundentes capaces de proponer problemas o, al menos, algún tipo de cuestionamiento sobre estado de las cosas. Pero el resultado es disparejo si se consideran las historias que aparecen en estas nueve canciones.
Como abunda en la música popular, gran parte de Romeo está al servicio de experiencias individuales o anécdotas sin mayor sentido que pueden hablar al mismo tiempo del amor, de las relaciones, de la existencia o de un futuro esperanzador. “Ya sabes” o “Puesto” expresan ese estilo errante que divaga entre diversas ideas paralelas. “Monumentos” es otro ejemplo, y el más sorprendente de todos, pues en esta canción el trío nacional es capaz de ensamblar una crítica al colonialismo con la diversión y unos “mijita rica” como broche final. ¿Qué es eso? ¿Una simple muestra de absurdo? No es tanto eso, sino que más bien se trata de una evidencia clara del rock nacional bizco, capaz de visualizar con un ojo algunas intenciones más o menos profundas, mientras que con el otro se mantiene atento a los lugares comunes del formato.
Mejores resultados logran en “Sin que te lo pida” y “Sigue”, dos cortes románticos que además convencen con una estructura simple y efectiva, tanto como “Otro mundo” y “Alturas”, este último con el llamativo aporte de un saxo.
No obstante, Alamedas cae en otro vicio: utilizar su repertorio para deslizar un breve reproche a las audiencias. “Deja de lado sólo por un momento esas canciones que ponen en la radio y presta atención hacia nuestro lado. Maduramos tres años para hacerte un regalo”, dicen en “Solo entonces”, en una jugada inexplicable si se considera la relación actual entre autores y públicos. Esta recriminación, tan innecesaria como pretenciosa, aparece justamente en los minutos finales, cerrando una producción zigzagueante y que no esconde su naturaleza infantil.
Si bien es cierto que Alamedas logra firmar su trabajo más conciso, no es falso añadir que Romeo deja pendiente una muestra más concreta de su crecimiento, pues hasta ahora sólo se reconoce a una agrupación sólida, fiel al rock más popular, pero que no es capaz de sostener un discurso acorde al paso de sus años.
Crítica publicada en El Ciudadano (impreso, abril 2012)
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