Si hay algo que
distingue a Mika Martini (Hugo Espinosa Chellew) en su nuevo trabajo es la
capacidad del compositor para presentar la música electrónica como un espacio
de tensión. Amparado en la idea ficticia de “Los Hanoish y otras subculturasextintas”, Martini se sumerge en la ambiciosa reconstrucción fragmentaria de
imágenes y territorios de un mundo desconocido, tarea en la que fusiona
elementos del ambient, la experimentación y referencias a la estética del error para
armar un complejo rompecabezas.
Es el enigma el
motor principal de “Los Hanoish…”, un disco que recupera nueve cortes ya
publicados en distintos compilados, pero que ahora instalan una atmosfera apocalíptica
en títulos como “Golfo de penas”, “Las Minas de Sal de Zipaquirastepek” o “La Lluvia se llevo a los
Hanoish”. En estas canciones, las programaciones sintetizan vestigios sonoros
que remiten a escenas subterráneas, oscuras, pero también marcadas por huellas digitales
–circuitos, alertas, archivos alterados- que indudablemente apelan al
glitch.
A su vez, estas
señas se nutren del buen uso de susurros, ecos y voces entrecortas. “Canales de
Piedra y Canoas de Piel”, “La
Migración de los Pachacampanac” o “La Caída de la Subcultura Subacuatica
Subcontinental” son piezas que utilizan esos efectos para anclar la idea de
eslabón perdido. ¿A qué evocan esos gemidos? ¿Cuál podría ser el referente más
cercano de esos balbuceos?
La respuesta no
existe o carecemos de ella. Ese es el dilema que Mika Martini plantea en este
disco, pues aquí no sólo se distingue un estupendo ejercicio de nostalgia, sino
que también un oportuno diálogo con los
límites de la música electrónica como lenguaje.
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Electropop con
retoques de folclor, tecno adornado con secuencias reguetoneras, electroclash tropical.
Esas son algunas de las mezclas que Caterina Purdy trata de desarrollar en “Ponte free”, su nuevo disco bajo el alias
Cholita Sound. El reto es grande, y como sucede con la mayoría de los
subproductos asociados a la cumbia digital, el resultado final es poco menos
que agraciado, frío y ultra conservador.
Cubierto con un
frágil envoltorio conceptual, el disco presenta a Cholita Sound, un personaje
que busca resignificar la figura de la cholita andina. En “Hermana bolivariana”
o “Ghetto kumbia” la cantante toma la batuta por la cultura norteña, pero al
hacerlo recurre a la sobreactuación y a la mantención de estigmas vinculados al
misticismo, la transmutación u otras figuras “exóticas”. En esa jugada, Purdy
encapsula su propia idea en lo kitsch, etiqueta que una vez más sirve para solapar
evidentes ejemplos de discriminación.
En este caso llama
la atención el discurso de la ex Purdy Rocks en torno a lo popular, esa baja
cultura que para sus ojos es un tesoro. “Cumbia sahumerio”, “Radio cuma” o
“Perreo místico” hablan de sus problemas para encajar en el sistema económico y
social, y al mismo tiempo, del encanto que producen en ella los ritmos barriobajeros.
En consecuencia, el tono que adopta la cantante y la reiteración de esa idea en
donde la liviandad se asocia a una clase en particular hacen del disco un ejemplo
sorprendente de abajismo.
No es casual
tampoco que el soporte electrónico sostenga las trece canciones de “Ponte
free”, pues bajo este paraguas de bases programadas y voces manipuladas (en donde se escucha a lejos, muy
a lo lejos, una que otra percusión) se esconde una nueva ilusión de vanguardia,
esa falsa sofisticación que como ocurre en otros proyectos nacionales (Astro,
Valentina Fel o Adrianigual) sólo sirve para demostrar la carencia de marcas
sonoras convincentes e ideales políticos concretos.
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