lunes, julio 28, 2014

Rey Choclo – La dimensión desconocida del lenguaje


La tendencia de los medios informativos a calificar como hedonista a una parte de la producción musical aparecida en el país en los últimos cinco años no termina de ser correcta. Si bien es cierto que entre la mayoría de los nuevos rostros del pop y el rock nacional abunda una retórica superficial asociada a la búsqueda del éxtasis, a la hora de comprender de mejor manera el ánimo de algunas propuestas habría que considerar también el carácter escapista que las define.

Un buen ejemplo de esta relación entre hedonismo y escapismo es el debut de Rey Choclo, “La dimensión desconocida del lenguaje”. Las once canciones que reúne este trabajo intentan mostrar la otra cara de las sensaciones a través de relatos alucinógenos y efectos sonoros que apuntan a la psicodelia. El resultado final, sin embargo, es un espejismo, ya que la promesa inicial del álbum poco a poco se diluye en cortes deslavados, y peor aún, inofensivos.

En poco más de cuarenta minutos, la banda recurre a los ritmos caribeños y africanos que volvieran popular a El Guincho, y que recuerdan (muy de lejos) al histórico Fela Kuti, para cantar sobre playas, romances y otros mensajes positivos. La mezcla se condensa en “Gracias sol”-la mejor pieza del álbum-, un himno de aire jamaicano dedicado a la risa, al baile, y a los micro paraísos inventados por veraneantes. Bajo ese ánimo se  desarrollan historias pequeñas de estados alterados, en donde aparecen insectos, personajes y diversos paisajes naturales. No obstante, y aunque la banda trate de construir un caleidoscopio a partir de estas experiencias, el resultado es poco impresionante.

“Cayendo sobre mí”, “Orillando”, “Araña” o “Globos” son canciones atrapadas en una misma anécdota: el espiral de emociones que provoca el contacto con el cielo o la luna, las celebraciones o las alucinaciones fugaces. No se reconocen más matices en estos cortes, lo que termina por anclar a “La dimensión…” en la orilla más monótona de la diversión.  Tampoco la paleta de sonidos logra superar  las combinaciones vivaces de los primeros minutos del disco, entrampando el resto de la placa en una reiteración de atmósferas y efectos.

Así, lo que pudo ser una apuesta llena de lúcidas composiciones y reflexiones se pierde entre ritmos que a duras penas sostienen la jarana de Rey Choclo. Faltó desborde y locura, pero sobró frivolidad. En otras palabras, una muestra más de cómo la invitación al goce en el panorama local se termina traduciendo en evasión y nunca en revolución.

Publicado en El Ciudadano - Julio 2014

1 Comment: comentarios:

Anónimo dijo...

mejor dejate el link pa descargar el disco y no esa critica pasá a caquita