martes, septiembre 24, 2013

Después hay silencio: la experiencia musical en los centros de detención durante la dictadura

Utilizada para acompañar sesiones de tortura, la música se convirtió en una de las tantas armas ocupadas por el Estado entre 1973 y 1990 para ejercer violencia en Chile. Pero el canto y la creación musical también fueron mecanismos de supervivencia para las víctimas. Una de las pocas investigadoras en la materia, Katia Chornik, explicó en su reciente visita al país las formas en que el arte se enfrentó al horror.

Somos cinco mil / en esta pequeña parte de la ciudad / somos cinco mil, ¿cuántos seremos en total?”. Así comienza “Estadio Chile”, poema escrito por Víctor Jara durante su detención en 1973 en el recinto que hoy lleva su nombre y que  varios autores han interpretado bajo el título “Canto, qué mal me sales”. Este también es uno de los pocos ejemplos de creaciones firmadas por músicos en campos de detención y de exterminio en dictadura.

Sin embargo, pese a la escasez  de registros de la época, la relación que existió entre música, prisión y tortura aún se mantiene en la memoria de los presos y de los agentes del Estado. Katia Chornik -violinista, musicóloga nacional radicada en Inglaterra y académica dela Universidad de Manchester- se ha dedicado a escarbar en la memoria musical de los involucrados, rearmando un período de la historia sonora de Chile.

Esta investigación cambió el rumbo de mi vida”, admite Chornik cuando recuerda las primeras motivaciones que la llevaron a comenzar sus estudios. Aún dedicada profesionalmente a la música,  la violinista realizó en 2002 un concierto en la Academia Real de Londres,  en el que versionó las obras compuestas o interpretadas en los campos de exterminio del Tercer Reich, además de las obras creadas o comúnmente cantadas por detenidos chilenos en los centros de detención entre 1973 y 1990.

Chornik (en la fotografía) conoció este repertorio gracias a un estudio previo, en el que comparó la experiencia musical de los campos de concentración nazi con los del Chile de Pinochet. Con el paso de los años esta tarea la llevó a dedicarse por completo a la investigación,  entrevistando a sobrevivientes de Tres Álamos, Cuatro Álamos, Chacabuco, Puchuncaví, Irán 3037 –conocido trágicamente como la Venda Sex o La Discotéque, por la programación constante de música popular en el lugar- o Villa Grimaldi, entre otros centros.

Fue así como identificó que “Un millón de amigos” de Roberto Carlos,  “La vaca blanca” popularizada por Los de Colombia, la banda sonora de Wendy Carlos para La Naranja Mecánica  o el concierto de Aranjuez, eran algunas de las piezas que acompañaban las sesiones de tortura.

Los detenidos con los que he conversado admiten que escuchar estas canciones produce en ellos reacciones muy viscerales, sobre todo porque durante las torturas eran repetidas constantemente. Muchos declaran que la música les impedía pensar, reaccionar o los confundía”,  asegura Chornik. No obstante, para la investigadora existe poca claridad sobre la premeditación en el uso de estas obras. Las entrevistas con los presos, además de la conversación con un agente de la DINA-a quien llama por el seudónimo “González-, no le permiten concluir que todas fuesen especialmente seleccionadas para torturar. “La mayoría de las canciones eran éxitos del momento, lo que me lleva a pensar que había una selección ecléctica”, supone. Pero para Chornik el relato de las víctimas confirma la macabra realidad del cautiverio. “Se sabe que había determinadas canciones como “Gigi, el amoroso” (de la cantante italo francesa Dalida) que se tocaban bastante seguidas en Villa Grimaldi. Uno de los testimonios recogidos en mi investigación recuerda que antes de las torturas, los agentes les decían a los presos “ya viene Gigi, el amoroso””, afirma.

CANCIONERO DE RESISTENCIA

El recién pasado 11 de septiembre, un grupo compuesto por quince sobrevivientes, familiares y amigos de detenidos en dictadura se reunieron en Villa Grimaldi para cantar. Juntos entonaron el clásico mexicano “No volveré”, el “Candombe para José” y la balada “Palabras para Julia”. Con esta intervención, los participantes homenajearon a las víctimas de la represión militar, pero también recordaron el cancionero que interpretaba el coro de mujeres formado en Tres Álamos en 1976.

Según Anita Jiménez –detenida en este recinto, profesora de música y líder del coro de la época- gracias a estas canciones las detenidas podían compartir un breve instante de comunión y respirar al aire libre en el patio del lugar. El coro llegó a congregar a más de 100 detenidas.

En Tres Álamos siempre cantábamos, porque era una forma de resistencia y de rebeldía. Por su puesto, todas las canciones eran revisadas por los agentes, ya que no podíamos cantar cualquier cosa. Y cantábamos para recibir a las prisioneras que llegaban, para acompañar a las que se llevaban a los interrogatorios, y para despedir a las que salían en libertad, sin importar las destrezas vocales que se tuvieran”, recuerda Anita sobre esta práctica que se conserva en su memoria después de más de tres décadas.
Katia Chornik
Foto: Universidad Alberto Hurtado

El testimonio de Anita Jota –como es conocida por sus compañeras- es uno de los tantos recogidos por Katia Chornik para las  investigaciones realizadas para la BBC. Apartir de estos relatos, la musicóloga ha concluido que la interacción de los prisioneros a partir del canto les entregaba una oportunidad de cohesión y de ánimo de superación. “A diferencia del recuerdo de los prisioneros sobre la música utilizada en sesiones de tortura o interrogatorios, las escenas de canto o composición son rememoradas como algo muy noble, positivo, que les ayudaba a superar la traumática realidad del día a día”, dice Chornik.


Además del canto, la composición al interior de los centros dela DINAtambién es parte del paisaje sonoro que Chornik busca rearmar. Aparte del poema de Víctor Jara recuperado por cantantes luego de conocido su asesinato, la académica reconoce el trabajo del cantautor Sergio Vesely, quien comenzó a componer en Puchuncaví o la conocida obra “La pasión según San Juan, Oratorio de Navidad” compuesta por Ángel Parra en Chacabuco.

CONTRA EL TIEMPO

Cuando Anita Jota recuerda detalles del coro de presas de Tres Álamos en su memoria aparecen las escenas que compartió con aquel grupo de mujeres que no superaba los treinta años de edad. Anita sabe que este recuerdo no sobrevivirá por mucho tiempo.
Katia Chornik  también es consciente de la necesidad de recuperar estas historias lo antes posible. Su actual proyecto de investigación “Sonidos de la memoria: Música y presidio político en el Chile de Pinochet” busca superar el paso del tiempo, incorporando en los relatos la voz de los agentes represores.

Este nuevo proyecto se basa principalmente en entrevistas con las víctimas pero además incorpora otro tipo de fuentes, incluidos ex funcionarios de la DINA y CNI, profesionales del Comité Pro Paz, la Vicaría de la Solidaridad y las comisiones Valech, y especialistas en atención de salud mental para víctimas de violaciones a los Derechos Humanos. No sé si eso es algo que podría haber hecho hace diez años atrás. Hoy, después de cuarenta años, la gente está más dispuesta a hablar y yo también me siento más competente para continuar con esta investigación”, dice.

Esta es una tarea que está abierta a todos los que se quieran sumar. Es de esperar que más musicólogos, periodistas o sociólogos que estén interesados por la música lo tomen. Lo más importante es centrarse en el qué; en qué pasó. Hay material muy valioso que aún se puede recolectar”, concluye.


Respecto a los próximos pasos de su investigación, Chornik destaca la importancia de difundir el material recopilado a través de la creación de una base de datos en línea con las canciones que se cantaban o escuchaban en los presidios, incluyendo testimonios de las víctimas para cada obra.


Publicado en El Ciudadano (versión digital).

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miércoles, septiembre 18, 2013

La épica pobre de Corderolobo




No es un músico profesional, tampoco es un escritor, lo suyo no es la ilustración y dentro de sus planes no está alcanzar la popularidad.  Sin embargo, Carlos Vargas se da el tiempo de responder esta entrevista como una estrella del pop, escribe canciones hace años y ha editado dos discos que se disfrutan como un libro de cuentos e ilustraciones. Así es Corderolobo, su proyecto multiforme en el que combina literatura, música y un  incombustible afán por la creación.

Cuesta saber qué o quién se esconde detrás de Corderolobo, pero no porque se  nos oculte información. El entrevistado, sabemos, es Carlos Vargas, ingeniero civil industrial de profesión, ex Yupisatam, y autor de los discos de pop inclasificable “Desastres naturales y mañana en la mañana” (2013) y “Corderolobo” (2011).

Pero la historia no es tan simple.

Vargas no se siente cómodo con la figura de solista, ni sus discos responden al formato tradicional. Ambas producciones han contado con la participación de diversos invitados y se han publicado como libros ilustrados por Ricardo Villavicencio. Además, su última placa recoge  diez cuentos escritos, entre otros, por Gonzalo Planet (Matorral) o  Rodrigo Jarque (Inverness).

Es muy interesante que en tu último disco cada canción esté acompañada por un relato breve. Da la impresión que cada canción se puede leer también. ¿Cómo fue que llegaste a esa idea?

Alguien importante en esta historia es Ricardo Villavicencio, último baterista de Yupisatam e ilustrador del material que acompaña a los discos. Villavicencio es un integrante más de Corderolobo y junto a él me cuestioné qué hacer para “Desastres naturales…”.  En algún momento pensamos en hacer un vinilo y quizá incorporar una especie de afiche, pero igual llegamos al libro de nuevo, aunque siempre pensando en que no queríamos repetir la misma fórmula del primer álbum. Así tomé la decisión de sumar cuentos, básicamente porque me gustan los cuentos, y Ricardo enganchó al tiro sumando las imágenes.

“Desastres naturales…” podría ser un libro, pero no es autónomo, se completa con el disco. No podrían ser independientes lo uno de lo otro.

Teníamos la duda de cómo hacer que el libro no pareciera un adorno del disco, porque pensamos que libro y disco son un conjunto. A nuestro juicio no es una opción pensar las canciones solas.  Y la verdad es que mirándolo así hay una cuota de pretensión que en algún momento me hizo dudar, pero tampoco me puedo hacer cargo de que este trabajo sea mirado como algo pretencioso. Para bien o para mal, “Desastres naturales…”está pensado como un todo.

Es como leer una canción, escuchar una canción y mirar una canción.

De hecho, los cuentos están pensados a raíz de las canciones. A algunas de las personas que invité a escribir las conocía, a otras no tanto, y no les mandé las canciones terminadas, sino que sólo las letras, para que ellos eligieran la letra que les gustaran y luego escucharan las canciones. Coincidió que todos eligieron canciones diferentes para escribir los relatos. Y la relación entre los cuentos y la letra era responsabilidad de cada autor. Luego las ilustraciones se hicieron en base a la música.  Y el resultado fue bien impresionante. Algunos cuentos son casi antagonistas de las cancións. Por ejemplo, “Gente que se convierte en fuegos artificiales”, es una canción totalmente diferente al cuento.

Esa forma de experimentar el disco es bien compleja, incluso si se piensa en términos comerciales. ¿Nunca consideraste hacer algo más simple para que el público lo recibiera más fácilmente?

Es que no pretendo para nada desestabilizar la industria o algo parecido con este disco. Hay que pensar que estamos en el año 2013. Yo no tengo contratos por disco, no tengo obligaciones comerciales, así que hago uso de esa libertad. Ahora, hacer un trabajo así es mucha pega. Se podría decir que soy un experto en meterme en problemas, pero lo veo como una inversión. Vivo para esto, y no lo digo desde un punto de vista artístico, sino que creo que tengo una deformación: no sabría cómo hacer las cosas de otra manera. Organizar todo es un dilema, es verdad, siempre se está en el medio de un ensayo error, pero en comparación a mi primer disco, siento que esta vez  todo se logró de mejor manera.

¿Pero dónde queda la ambición de avanzar en niveles de producción y alcance de público?

Pienso que todo esto de las canciones, los cuentos, las ilustraciones, se podrían hacer en mi casa, para callado, subiéndolo a internet  y listo. Lo que viene después es lo que me complica, considerando los temas de promoción, difusión, etc.  No sé si fue Gepe u otro que dijo que  las bandas de ahora eran una mezcla de diseño o marketing. Eso es verdad. Y sobre la ambición… No lo sé, no estoy tan seguro de querer llegar a más gente, por ejemplo. Quizá soy un poco auto flagelante a la hora de hacer las cosas y siempre estoy con pudor sobre lo que estoy haciendo. Lo otro es muy relativo, porque además ya tengo 34 años y no sé si mis expectativas apuntan hacia esas cosas.  Si no llegara  a pasar el conseguir más popularidad o avanzar en esto, siento que no perdería nada, porque no tengo el ego puesto en eso. Y no se trata de pensar que lo mío es de élite, para nada;  sé que existe algo de vanidad en todo esto, por algo me subo a un escenario, y sin ser muy esotérico, lo que me gusta más es ese feedback de energía. Además yo tengo un trabajo de oficina, diario, que no sé si dejaría. A ver…tampoco se trata de tener un trabajo normal y además ser Corderolobo. No es que tenga dos personalidades o que esto sea un personaje. Ambas cosas son un trabajo y ambas cosas trato de hacerlas con gusto. 

Leyendo  canciones

¿En comparación a tu disco anterior, cómo crees que ha evolucionado tu perspectiva sobre el formato canción?

Creo que he tenido una evolución estilística respecto a la canción, sobre todo componiendo, que es lo que más me acerca a la música. Creo que antes no tenía mucha conciencia sobre las letras, todo era más emocional. Pero con “Desastres naturales…” llegué a canciones con las que consigo algo más gráfico, algo más de imágenes. Por eso creo que es un disco más épico. Aunque épico pobre, quizá, porque veía las canciones como pequeñas operas. “Volcanes y lagos”, por ejemplo, es una canción que me imaginaba gráficamente. Todo es más visual en este disco, de ahí la importancia de las ilustraciones.

¿Y en el caso de las temáticas que abordas en las canciones?

Durante este período entre un disco y otro también me han pasado cosas súper raras. Tuve una hija y me detectaron una enfermedad autoinmune, además de otros problemas de amigos. Pasé de ser un tipo normal a un hombre que se tienen que sacar sangre día por medio. De un minuto a otro mi sistema inmune se desconfiguró y cagué. Pero el disco no se trata de eso.  El disco no se trata de mí, no se trata de los problemas que me han pasado, sino que se trata de lo que provocan algunos hechos en la vida.

Pero la mayoría  de esas canciones hablan de escenas o de situaciones más bien personales, son bien fragmentadas. ¿En qué punto crees que tus canciones superaran esa anécdota personal para hablar de algo más general, social o político?

Es que pienso que “Desastres naturales…” no es un disco hecho viendo las noticias, como se decía hace un tiempo del disco de Ases Falsos. Por supuesto que me interesa hablar de la sociedad, pero no de lo que salió ayer en las noticias, porque evidentemente las noticias son parte de una mierda que es muy obvia. Lo peor de todo no es el Presidente, ni Longueira, ni Chilevisión. No es que vivamos en un modelo de consumismo, vivimos en una sociedad de consumismo, en la que la música está metida a full, tanto como la salud, la educación o todo.  En Chile la música está concebida como parte del entretenimiento y no como parte de la cultura. Y me parece que en general los músicos están tratando de conseguir una validación institucional que no me llama la atención.  Por eso prefiero dedicarme a publicar un disco que parece libro  o a componer las  canciones que compongo, porque ahí se refleja una forma particular de mirar la vida.

Parece que el músico al final siempre está en esa frontera a la hora de pensar en la canción y la política. Como si  tuviese una responsabilidad a la hora de publicar un disco: no hablar de nada o intentar hablar de todo.

Por mi parte me sitúo en un rincón más raro. No en el grupo de músicos que sólo habla de música, ni en otro que está mirando las noticias para escribir canciones. Creo que tengo más rollos en la cabeza, y siento que no tengo una responsabilidad. Me identifico más con la imagen del autor que tiene visiones particulares sobre las cosas y ese es mi aporte, porque inevitablemente se dicen cosas y se toman posturas.  Además, la obra siempre es diferente a la persona. También es cierto que es muy difícil no dejarte influenciar por el contexto o por la época que te tocó vivir. Pero en mi caso me llama la atención el tema del bien y el mal, las catástrofes y las vivencias o experiencias de cada individuo. No sé… Escribir, por ejemplo, una canción diciendo que los de la UDI están locos es tan obvio que no puedo sentarme y escribir algo así.  No sé, cuando me preguntan por qué la gente está enojada yo no puedo responder eso, porque yo mismo soy parte de la gente. No necesito hablar de los demás poniéndome en una posición distinta. No me interesa la demagogia. Y creo que las personas también están súper subestimadas.

Entrevista publicada en Paniko.cl



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