jueves, octubre 13, 2011

El cuestionario para Rosario Bléfari

 Foto: Javier Chorbadjian

Música y cine se mezclaron en el regreso de la cantante y actriz argentina Rosario Bléfari (1965) a tierras chilenas. Después de años sin cruzar la cordillera, fue gracias a la actuación que viajó a Chile, en enero de este año, para trabajar junto al director nacional José Luis Torres Leiva en la película “Verano”, cinta en la que Bléfari ocupa un significativo papel secundario. Por esas fechas, la vocalista de la recordada banda Suárez también pudo ofrecer un íntimo concierto en el desaparecido subsuelo del Estudio Elefante, para repasar sus discos “Cara” (2002), “Estaciones” (2004), “Misterio relámpago” (2006) y “Calendario” (2008). 

Han pasado los meses y ahora vuelve a Santiago para estrenar, en formato acústico, canciones de nuevo trabajo: “Privilegio”.

—Me moría de ganas de volver a Chile con cada disco que sacaba pero, o no podía encontrar la persona indicada para organizar algo, o si parecía que ya estaba todo listo y se concretaba el viaje, pasaba algo. La última vez fallida, pasó ni más ni menos que el terremoto. Cuando me invitaron a filmar “Verano” pudimos vencer la cuestión, y como yo viajaba junto a mi guitarrista Javier Marta, que también iba de invitado a tocar con Boom Boom Kid, pudimos “engañar” al destino.

Cuáles han sido tus impresiones sobre Chile en términos de público, de los lugares que has visitado después de tanto tiempo sin venir. ¿Te ha llamado la atención algo de acá a partir de tu último viaje?

—Durante la última vez que estuve en Chile todas mis impresiones fueron absorbidas por este contacto con el cine chileno; ver a ese equipo de personas trabajando, todos a la vez embarcados en otros proyectos de los que venían o a los que iban: cortos, guiones, montajes, fotografía, sonido, desde su lugar o de otro, rotando los roles en otro proyecto. La actividad es enorme por lo que pude apreciar. Y el trabajo en equipo fue tremendamente fluido. Yo preguntaba si era siempre así o era un caso especial. Me dijeron que no era siempre así, por lo cual doblemente agradecí haber sido invitada a esta película en particular, que tenía estas características tan notables.

¿Cómo se dio la oportunidad de participar en esta película?
—Esta película llegó en un momento muy especial, mi madre estaba muy enferma y en medio de esa pena me escribió un mail José Luis Torres Leiva. En unas líneas explicaba la intención de la película de una forma muy sincera, directa, simple y pude, a través de esas palabras, ver de qué se trataba todo, confiar y aceptar. La noticia fue una alegría porque ir a filmar a Chile no estaba en mis planes, y aunque hubiera podido soñarlo, jamás lo hubiera creído posible. Luego hice un primer viaje para conocer al director y la locación: un hotel en la cordillera, en las Termas de Cauquenes. Fue muy gracioso y representativo cuando llegué al aeropuerto, porque José Luis y una asistente, Cata Vergara, me fueron a buscar,  y cuando íbamos en el auto yo les pregunté: “¿Y qué tal el director? ¿Trabajaron en otra película con él?” y ahí José Luis largó una carcajada, y la Cata me dice que él es el director. Yo no me esperaba que el director viniera al aeropuerto, pero así es José Luis, una persona encantadora y sencilla, sumamente sensible e inteligente. Me parece algo más que un director de cine moderno, lo suyo es una obra fotográfica en movimiento, trasciende la concepción actual del cine.

Es probable que tu faceta como actriz más nombrada entre el público chileno sea tu protagónico como Silvia Prieto en la película del mismo nombre de Martín Rejtman, de 1998.
—En el caso de Martín Rejtman, por ejemplo, su cuestión pasa por otro lado, más por algo de las palabras y las situaciones que crean un mundo propio, extraño, paralelo, pero al mismo tiempo familiar de tal manera que resulta un humor de todo eso. No creo que ni uno ni otro sean ‘el cine argentino’ y ‘el cine chileno’, para nada. Ambos son directores con una personalidad y en general me cuesta determinar qué es lo que corresponde a cada país. Además, no es lo que más me interesa ver cuando veo una película, siempre me sintonizo en lo universal, igual que con las canciones o cualquier otra cosa. Después, puede estar el interés que despierta ver alguna costumbre o lugar, la gente de un lugar, pero es un extra que el cine nos regala: el dato geográfico, étnico, cultural, escondido en la obra. Me gusta ver, en todo caso, como con distintos elementos y con distintos lenguajes se habla de las mismas cosas que nos involucran a todos.


Haciendo un poco de memoria: colaboraste con Congelador para la canción “Centro del sol” que salió en el disco ‘Cuatro’ (2002) de la banda chilena. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Recuerdo ese lindo momento en el que fui al estudio de los chicos y grabamos, fue natural y sencillo hacerlo, compartíamos un código musical y entrar en sintonía no me costó nada. Sé que volvieron al ruedo, y me alegro, los tengo como algo valioso para el panorama musical de cualquier lugar, una pieza que no debe faltar.

Siempre me llamó la atención tu canción “Vidriera chilena”, que sale en un compilado ‘4 woman no cry’ de 2005.
—Es una pieza instrumental que surgió de grabaciones que había hecho caminando por las calles de Santiago o en improvisaciones que hicimos en un viaje con Suárez, y como tenía ese origen, esa inspiración, la titulé vidriera, por ser un lugar donde se muestra algo. No intenta ser un concepto tipo “parece una vidriera chilena”, como si las vidrieras chilenas, escaparates o como les llamen, tengan ciertas características identificables en cualquier lugar. Es más bien como si yo armara sonoramente una vitrina donde se exhibieran mis impresiones chilenas.

En el concierto en Sala Master vas a estar presentando canciones de tu nuevo disco, “Privilegio”. ¿Qué puedes adelantar de este trabajo?
—Voy a llevar el disco, que salió recién. Tiene doce temas, bien rockeros, rápidos, eléctricos, pero vamos a tocar algunos de ellos en clave guitarras y voz, y cuando vayamos más adelante con la banda, verán su dimensión en vivo. Oírlos así, en acústico, tiene sus ventajas porque se entiende bien de qué van, casi es como espiar su estructura, su origen, sus emociones primeras. Algo nuevo de este disco es que comparto la autoría de algunas canciones con mi guitarrista, Javier Marta. El ceder terreno en la autoría no tiene que ver con necesidad compositiva, al contrario, tengo varias docenas de temas esperando, sino con la necesidad de agruparlos conceptualmente en lo que se dio entre nosotros en un momento que fue un diálogo de canciones. Este disco es así, con grabación de banda otra vez, y la exigencia que me auto-impuse de hacerla sonar, eso de querer que quede registrado el espíritu que se respira en medio de una tocata rocker, ese frenesí.

Justamente hace unos días estuvo tocando en Chile Violeta Castillo, cantante que participó en uno de tus talleres de escritura para canciones. Aldo Benítez, otro cantante que ha visitado Chile también formó parte. ¿Cómo surgió la idea de dictar esos talleres?
—Hubo una época de un taller en particular al que vinieron Violeta y Aldo y otros músicos más que empezaron a escribir, escribir y ampliaron el registro literario de sus canciones. Yo aprendí mucho y compuse muchas canciones en ese entonces, porque me ponía a la par de todos. Ahora doy algunos similares, pero intensivos, que duran dos días, como por ejemplo uno que hice la semana pasada para cantautores en Tilcara, Jujuy, que está al norte de Argentina. Al principio, antes de hacerlos, renegaba de la idea de poder ayudar a alguien con algo así, pero me fui dando cuenta que podía compartir cosas y al mismo tiempo aprender o refinar lo mío y la transmisión de ideas acerca de la canción. Al darme cuenta que era un intercambio me pareció posible, y hace años que los llevo de alguna forma. También voy cambiando, renovando y se va transformando en algo sobre la escritura para artistas en general, ya no para músicos ni exclusivo para la canción.

¿La canción –como formato, como producto, como creación- es algo en lo que te gusta reflexionar?
—La canción es para mí una extensión del decir, una manera de decir las cosas, muy apropiada, y a veces hasta indirecta, donde el que escucha saca sus conclusiones. La canción es una respuesta que se arma y rearma ante la pregunta particular de cada persona y momento en que se escucha. La misma canción puede responder distintas preguntas o dar diferente respuesta según los momentos. 

Esta entrevista fue publicada en Pániko.cl

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